Antonio Álamo

Antonio Álamo


Plazas

19/01/2023

Minutos antes de comenzar a escribir esta columna, el martes y mientras anochecía, leí en este periódico una información sobre la plaza Mayor de Palencia y los posibles cambios a los que se enfrenta este céntrico lugar. Entre ellos figuraba el hipotético traslado de la estatua que homenajea a Berruguete a otro lugar. Como noticia es atractiva aunque es de imaginar que no todo el mundo esté de acuerdo. El texto de Carlos H. Sanz, a quien llamé para no balancearme en el columpio periodístico, me aclaró bastantes cosas sobre el particular. Y eso es todo, de momento lo único que puedo añadir es que la última vez que vi la estatua en su sitio fue a finales de verano y no molestaba mucho. Al menos a mí. Lo que ya no sé es dónde la veré cuando regrese porque quienes decidirán su futuro serán nuestros avezados estadistas municipales.
Por lo demás, sería de agradecer que -se adopte la decisión que se adopte- se haga con más tranquilidad de espíritu que la registrada décadas atrás cuando se proyectó la actual ronda de circunvalación de la capital o cuando la calle Mayor se convirtió en peatonal. Y que se acepte de buen grado porque aquellos dos episodios no se alejaron mucho de las novelas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía. La plaza mayor de cualquier ciudad, conviene no olvidarlo, es casi un espejo público y está sometida a cambios de diversa índole, como lo prueban los casos de las de Salamanca o Valladolid, sin ir más lejos. Llegaron incluso a admitir el tráfico de los autobuses urbanos. Que se adecenten, modifiquen o actualicen, pues, es una buena medida.
Otra cosa es cómo se haga y a quién se consulte. Valladolid, por ejemplo, en vez de preocuparse de cambiar estatuas de sitio, decidió un día pintar las fachadas de los edificios de su plaza Mayor con un color parecido al rojo inglés y la imagen actual es a simple vista acertada, cálida y homogénea. Tanto que entre sus obsequios de cortesía la corporación dispone de una réplica a escala del ayuntamiento donde puede apreciarse. Es de esperar que en Palencia, con estatua o sin estatua de Berruguete en la plaza mayor, no se le ocurra a nadie proponer que todos los edificios del recinto sean pintados de color morado. Palentinos, sí. Penitentes, no.