El auge de ser universitario a los 65 años

Joana Cabratosa (EFE)
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Cada vez son más los mayores que, una vez jubilados, deciden volver a colgarse la mochila para regresar a las aulas con el enriquecimiento personal como principal motivación

El auge de ser universitario a los 65 años

Estudiar en la universidad a partir de los 65 años es una tendencia al alza en nuestro país, que incluso cuenta ya con varias iniciativas de aulas para mayores, unos programas que responden a una sociedad cada vez más envejecida y que demuestran que la formación no se acaba con el título universitario, sino que puede durar toda la vida.

Según datos del Ministerio del ramo, durante la última década los estudiantes de más de 65 años matriculados en grados han pasado de ser 847 en el año 2011 a 3.500 en 2021.

Luis Ángel Planas, jubilado del sector de las telecomunicaciones es un ejemplo. Estudiante del grado de Filosofía de la Universidad de Barcelona (UB), Planas explica que tenía la sensación de que se estaba perdiendo algo del mundo que no le habían enseñado en las facultades de ciencias.

Este licenciado en ingeniería industrial de 65 años afirma haberse dado cuenta de que la universidad está cambiando, ya que «antes era un sitio al que se iba a prepararse para una profesión, pero ahora está evolucionando hacía una actividad que puede ser también complementaria y cultural, como una forma de hacerte con un sustrato de conocimiento para entender mejor la realidad».

Uno de los mejores indicios de este auge es la consolidación de iniciativas como la Universidad de la Experiencia de la Universidad de Barcelona (UB), un proyecto al margen de los grados que arrancó en 2010 con tan solo 169 matriculados y que a día de hoy ya cuenta con más de 2.600 estudiantes; o las Aulas para Mayores de la Universidad del País Vasco (UPV), que ya tiene 21 años de historia; o el programa formativo de Aulas Abiertas de la Universidad Pablo de Olavide, que se extiende por 24 municipios de la provincia de Sevilla.

Una vida más larga

La directora del programa de Aulas Abiertas de la Pablo de Olavide, Rocío Cruz, detalla que «ha habido un incremento muy importante y constante de estudiantes» y, aunque durante la pandemia hubo un descenso muy significativo, la realidad es que ya se han retomado prácticamente el 100 por 100 de las matrículas de universitarios en programas de mayores. 

Otra señal del crecimiento de esta tendencia es que alrededor de 500 personas se han quedado en lista de espera este curso 2022-23 para matricularse en la Universidad de la Experiencia, el proyecto de la UB por el que han pasado más de 13.000 estudiantes.

«Estos alumnos están lanzando un mensaje muy potente tanto para la sociedad como a todos esos jóvenes con los que comparten espacio en la universidad, que mientras sientas una especie de inquietud intelectual, la formación no termina nunca», detalla el director de la Universidad de la Experiencia y profesor de Literatura, David Viñas.

El Instituto Nacional de Estadística calcula que España tendrá en 2030 un 30 por ciento de su población mayor de 65 años. En este contexto, el director de las Aulas de la Experiencia del Campus de Álava de la UPV, Aritz Ruiz, cree que estos proyectos responden a las necesidades de la sociedad actual: «Más que un reto académico es un reto intelectual ante las exigencias de mantener una mente activa, de fomentar las relaciones interpersonales y los vínculos intergeneracionales».

La futura ley del ministro de Universidades, Joan Subirats, incorporará un sistema de flexibilización de las titulaciones a lo largo de la vida para cursar programas de corta o media duración para los ya titulados o para quienes acrediten cierta experiencia profesional, además de títulos propios de formación mediante microgrados y otros programas de corta duración.

«Estos alumnos están deconstruyendo la imagen tradicional de una persona mayor: pensábamos que era gente que se quedaba en casa, aburrida, pero estos estudiantes demuestran una gran energía intelectual», afirma Viñas, que recuerda que «la esperanza de vida ha aumentado y estas personas se han dado cuenta de que ya no están en su última etapa, sino que están en una nueva fase en la que todavía hay actividades por hacer que permiten a uno sentirte realizado».

El único requisito para estos programas universitarios, al margen de los grados, es tener más de 55 años, si bien el grueso de estudiantes se sitúa entre los 65 y 80 años. 

Momento de la vocación

El profesor Viñas afirma que en las aulas de gente mayor «nos encontramos habitualmente con personas que profesionalmente se dedicaron a algo, pero que vocacionalmente les quedó una inquietud pendiente». 

«La literatura y las humanidades son un ámbito que siempre me ha gustado, pero que he tenido constantemente en un segundo plano», explica Margarita Aguas, farmacéutica jubilada que cursa el primer año de Literatura en Barcelona y cuenta que la Universidad de la Experiencia le ha permitido ampliar lo que en su vida no había tenido tiempo de poder estudiar.

En este sentido, Míriam Paris, estudiante de 68 años, considera, por su parte, que iniciativas como esta «dan opción a personas que ya tienen una edad a reincorporarse al mundo intelectual y de la cultura», y afirma que en su caso ha vuelto a las aulas «por el amor a la literatura y la oportunidad de volver a formarme».

Por otro lado, explica Rocío Cruz, desde que estalló la pandemia de la COVID-19 el perfil formativo de estas personas se ha transformado: «Cualitativamente es mucho más alto, la mayoría son personas con formación previa que consideran seguir formándose», y detalla que esto es a lo que intentan dar respuesta desde la universidad: «Mantener una actividad cognitiva, pero que al mismo tiempo se puedan generar espacios de cohesión y participación en este marco».

En esta misma línea, Bernat Padró, profesor en la Universidad de Barcelona para gente mayor, afirma que el proyecto formativo va más allá de una idea de la universidad instrumental que expide títulos, pues «la universidad de la experiencia rompe con este modelo tradicional de docencia y evaluación y permite un mayor disfrute de los contenidos». Y ahí está una de las claves, saber que ahora el disfrute está por delante de la obligación y, por supuesto, que se cumpla aquello de que el saber no tiene edad.

La UNED, un aliado con medio siglo de educación a distancia 

Este año, la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) cumple 50 años, convertida en un referente de la formación en el país. En sus aulas actualmente hay alrededor de 200.000 alumnos, tiene 60 centros asociados, incluso en otros países, y ha permitido acceder a estudios superiores a aproximadamente tres millones de alumnos que, de otra manera, puede que no se hubieran ni atrevido a soñar con este tipo de desarrollo formativo.

Las personas mayores, que cada vez son más jóvenes, tienen en esta institución un aliado para poder convertirse en licenciados por amor al arte. De hecho, ya en sus orígenes, esta entidad daba respuesta  a las necesidades de un perfil poblacional que no era el típico de estudiante de 18 años que emprendía una Diplomatura o una Licenciatura de entonces (los hoy Grados). Quienes pusieron los pilares de la UNED eran habitualmente personas de mayor edad que ya estaban trabajando y que, en el desempeño de su profesión, aspiraban a hacerse con el título académico.

Asimismo, se consiguió extender la educación superior a estudiantes de medios rurales o ciudades donde no existían Universidades en aquel momento, alumnos que no pudieron iniciar o concluir la enseñanza superior o titulados que deseaban estudiar una segunda carrera,  como sucede ahora con tantos jubilados que, con todas sus facultades incólumes, optan por desarrollar sus sueños estudiantiles en vez de tener una retirada pasiva del mercado laboral.

De esta forma, la UNED sigue siendo hoy una universidad sin barreras, líder en formación superior semipresencial y on line, conciliadora e inclusiva, capaz de acercar la educación superior de calidad a quienes no quieren (o pueden) chupar horas pupitre.