Homilía incendiaria en Esguevillas de Esgueva

Fernando Pastor
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En la queja indicaban que el sacerdote con su conducta había generado un odio generalizado en el pueblo perdiendo su buena fama entre los varones de recto criterio.

HOMILÍA INCENDIARIA EN ESGUEVILLAS DE ESGUEVA

El domingo 8 de enero de 1956 (ayer hizo 67 años), el sacerdote Don Delfino Tovar Calvo puso en pie de guerra a los vecinos de Esguevillas de Esgueva con su homilía. 

Llovía sobre mojado, pues en 1954 ya había dado motivo para un informe de las autoridades de la localidad, con fecha 23 de octubre, dirigido al gobernador civil de la provincia quejándose de que el cura se atribuía en exclusiva la facultad de ordenar el descanso       dominical. 

Pero volvamos a los hechos de esa primera semana del año 1956.

El día de Reyes, don Delfino se negó a dar de comulgar a dos jóvenes, María Luisa Coloma del Olmo y María del Rosario Nieto Velasco. Eso ya creó malestar.

Dos días después, en la misa dominical, el sacerdote anunció los ejercicios espirituales que se iban a trasmitir por la cadena de emisoras de Radio Nacional, indicando al respecto que vigilaría y apuntaría en la «lista verde» a quienes a esa hora no tuvieran la radio sintonizada en dichas emisoras y estuvieran escuchando otras oyendo seguidillas o soleares, y que iría por las bodegas a ver qué personas estaban allí a esa hora.

Después se refirió al baile que se celebraba en Esguevillas, del que dijo que no lo veía mal pero podía ser ocasión de pecado. Que le parecía bien que los padres acudieran para vigilar a sus hijas, pero que los padres de este pueblo eran unos «pantalonazos» (expresión que reiteró tres veces con mucho énfasis), ya que toleraban que a sus hijas las magreasen y prostituyesen, que las muchachas salían encendidas del baile y el calor se propagaba con el solo movimiento de bailar, lo mismo que se propagaban las chispas y las llamas de los incendios, y que las muchachas salían del baile con el corazón chorreando sangre.

Relacionado con lo anterior, insinuó que en Esguevillas existía una casa de prostitución, llamando prostitutas a las mujeres y consentidoras a las autoridades civiles del pueblo.

Esta homilía provocó una reunión extraordinaria de la corporación municipal, el día 11, a la que acudieron el alcalde, Ulpiano García Paredes; los concejales Jesús Ortega Rincón, Julio González Velasco, Marino Camino Torres, Millán Valdivieso Ortega, Nicolás Muñoz Velasco y Obdulio Coloma Núñez; el juez de Paz, José Colina Moro, y el presidente de la Hermandad Sindical de Agricultores y Ganaderos, Gregorio González      Camino.

En esta reunión acordaron elevar queja al Excelentísimo y Reverendísimo señor arzobispo de la Diócesis, relatando los hechos y denunciando que el sacerdote había herido los sentimientos del pueblo en general y de las autoridades civiles en particular por sus acusaciones

El escrito lo encabezaron apelando a la mayor gloria de Dios y el beneficio espiritual de las almas, declarándose católicos, aceptando íntegramente la doctrina de la Iglesia y reconociendo al arzobispo como autoridad suprema de la Diócesis. Todo ello para que no hubiera dudas y no pudiera achacárseles ningún tipo de encono que motivara su proceder.

También indicaban que obraban dentro del ámbito legal y sobre todo en congruencia con los principio morales, reconociéndose como representación genuina del ámbito personal de Esguevillas y portadores del sentimiento y opinión general respecto a la gravedad del caso.

En la queja indicaban que el sacerdote con su conducta había generado un odio generalizado en el pueblo perdiendo su buena fama entre los varones de recto criterio.

Y aprovechaban para desvelar que el cura ejercía comercio clandestino con ánimo de lucro, se quedaba con dinero de los feligreses y reclamaba limosnas de forma autoritaria e incluso indicando él mismo el importe que debían alcanzar.

El 18 de enero, ante la situación tan enconada que se vivía en el pueblo por la  gravedad de los hechos, la comandancia de la Guardia Civil envió nota informativa al gobernador civil de Valladolid.

Todo ello, al tratarse de quejas y comunicaciones oficiales, consta como documentación en el Archivo Provincial de Valladolid.