La pasada temporada se cumplió aquello de poder ser profeta en su tierra
Toreé en varias localidades de la provincia salmantina y tuve la suerte de triunfar en algunas de ellas, caso de Guijuelo, Vitigudino y Béjar, pero además, tan importante o más que el triunfo fue ese cariño que me brindó la afición y que me permitió sentirme torero.
Un año que iniciaba en Cantalpino tras dos años sin vestirse de luces. ¿Qué sintió cuando se enfundó el traje?
La pandemia está siendo dura para la sociedad en general y en especial para aquellos que han perdido a un ser querido. Pese a todo, estar dos años sin vestirte de torero fue tremendo, así que cuando en 2021 me enfundaba de nuevo el traje sentí una sensación preciosa. Con el primer toro en Cantalpino estuve un poquito atenazado, pero con el segundo me pude sentir.
La de Béjar, quizá fue la tarde más especial, pues la familia Capea se convirtió en protagonista
Es una plaza en la que noto mucho el cariño de los aficionados y eso siempre me motiva a dar lo mejor de mí. Corté cuatro orejas en un encierro de uno de los hierros de casa, en el que además uno de los toros fue premiado con una vuelta al ruedo. No soy mucho de premios, pero si por algo son importantes es porque conllevan una motivación extra para seguir en la misma línea.
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