Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


Acoso de infames

26/07/2021

Los seres humanos inconscientes del mundo en el que viven, habitan de forma perenne en la excusa de su indignidad, son diestros en sostener: sus quimeras como ciertas; sus farsas como reales; sus tramoyas como veraces, hacen uso de filmaciones manipuladas al margen de la ley con el fin de producir la sospecha de personas honorables, intentando su desprestigio, valiéndose de criados serviles, valedores del acoso humillante contra personas cuya honestidad es incuestionable, son acosadores insociables despojados de sentimientos por su conducta inmoral hundida en él  descrédito.
El acosador infame, es pertinaz en la obsesión por señalar la vida y la honra de sus víctimas, queriendo ser oído en cualquier foro, ante un auditorio yermo en cultura y escaso en conocimientos, con el fin de dar pábulo a sus invenciones dañinas, en perjuicio de la fama de mujeres y hombres de inestimable valía.
El acosador infame, cultiva su narcisismo inmerso en su maldad constante, enleteciendo su corazón pedregoso al camino del entendimiento y de la concordia. Si alberga algún mando o poder, tiene a sus pupilos bajo el yugo: del silencio, el miedo, y la amenaza del despido de la organización en la que se encuentra la víctima.
La infamia del acosador se ampara en una doble moral y una doble vida, aparenta honorabilidad ante unos, y vive las bacanales de la lujuria ante otros, mora en la ostentación herodiana y no tiene conciencia humanística por los que disciernen de sus pensamientos, convirtiéndose en víctimas de sus maquiavélicos actos y pensamientos. Por el contrario, el acosador infame, tiene piedad por quienes alagan sus oídos y asienten sus despropósitos e insolencias. El discurso del acosador infame es cáustico y crítico, sus palabras están faltas de sentido y de lógica; sus pensamientos se urden en su mezquindad.
Suelen ser este tipo de acosadores infames, manipuladores de la verdad y de los aconteceres a su alrededor; ajustan su vanidad a su vindicta, escondida en el esbozo de su sonrisa falaz, la cual, borra la alegría de personas y pueblos. Cuando el antropocentrismo se adueña de la persona, esta tiende  a su propia conmiseración, embebida de vileza en toda su extensión buscando el perjuicio de los demás.