Editorial

Los mayores recuperan iniciativas y actividades

-

Alcanzar el 80% de la matrícula prepandemia en las aulas de mayores es una buena cifra

Lo peor de la pandemia del covid ha sido, sin duda ninguna, las vidas que se ha cobrado, sobre todo en el grupo de las personas mayores. En muchos casos han muerto solas, sin la compañía de familiares y allegados porque el aislamiento y las medidas de seguridad sanitaria impedían todo contacto. Ha sido una verdadera tragedia y así pasará a los anales de la historia de este y de otros muchos países. En un ranking de consecuencias negativas, cabría situar a continuación de las muertes, las afectaciones graves y muy graves, que han tenido a muchos pacientes en las unidades de cuidados intensivos a un tris del adiós definitivo y, después, cabría situar las secuelas del covid permanente, que han sido y son aún incapacitantes para muchos. 

Pero, además, y conviene que no lo olvidemos, la pandemia ha dejado a una inmensa mayoría psicológicamente malherida y con miedos añadidos a salir de casa, a juntarse con otros y a mantener contacto, por mínimo que sea. Sonrisas olvidadas tras las mascarillas, retrocesos en el desarrollo personal, retrasos en el aprendizaje de los más jóvenes y un incremento de la dependencia y de la incapacidad en quienes ya las padecían con anterioridad. Y todo ello, con ser importante y grave para el conjunto de la población, lo ha sido todavía más para los mayores. Y es que no solo han renunciado a reunirse con sus hijos, hermanos, nietos, vecinos y amigos, sino que han tenido que dejar sus actividades de aprendizaje y socialización, con lo que eso conlleva de aumento de la sensación de soledad y de la incertidumbre respecto al presente y al inmediato futuro.

En las aulas de mayores que funcionan en los centros de La Puebla y San Juanillo, organizadas por el Ayuntamiento en base a cursos y talleres, que imparte la Universidad Popular, los asistentes practican lo que se ha dado en llamar envejecimiento activo. Desde actividad física a manualidades, pasando por música, historia, creatividad, aprendizaje de instrumentos musicales, excursiones o tertulias, se les abre un abanico amplio de actividades que les motivan y les ayudan a reflexionar, a ser críticos, a ponderar, a valorar, a debatir, a mantenerse en forma y a relacionarse con sus compañeros. A todo esto tuvieron que renunciar durante lo peor de la pandemia. Tuvieron que pasar casi quince meses para que reabrieran sus puertas esas aulas y se reencontraran los interesados. Y desde octubre hasta ahora, el curso ha sido normal, con el ochenta por ciento de la matrícula que había antes de toda esta crisis sanitaria. Lograr el regreso de 1.335 no es una mala cifra, desde luego, teniendo en cuenta el miedo, la enfermedad y los contagios. Había ganas de recuperar presencialidad y contacto. Porque eso también es vida.