Cabañas de pastor

Fernando Pastor
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Rodeando la cabaña, se hacía un aprisco para que el ganado estuviera recogido

Cabañas de pastor

Los pastores que tenían hijos apenas los veían despiertos. Cuando salían de casa, al amanecer, los niños estaban aún dormidos, y cuando regresaban, ya de noche, los chavales se habían acostados ya.

Generalmente comían en el campo y era frecuente que llevaran la viandas en cuernos de vaca con tapa y con el nombre grabado.

A veces ni regresaban a dormir, pues si estaban muy lejos del pueblo se quedaban pernoctando en el campo, en los chozos o cabañas de pastor, construcciones típicas de la zona hechas de piedras calizas, lo más planas posible, tomadas de los majanos. 

Cabañas de pastorCabañas de pastorPara su construcción se trazaba una circunferencia delimitando la base y se iban poniendo las piedras grandes y rellenando los huecos con otras más pequeñas, sin argamasa. A partir de un metro de altura se iba formando la bóveda. Se dejaba una pequeña oquedad a modo de entrada orientada hacia el sol del mediodía, que es lo más adecuado para resguardarse de la lluvia y del viento frío encañonado. Esa oquedad era muy baja (había que entrar agachado), para que resguardara más del frío, y una sola piedra, denominada piedra puente, hacía las funciones de dintel. Tenían también un humero que permitía hacer fuego, tanto para calentarse como para cocinar. Para dormir mejor, los pastores esparcían paja a modo de lecho.

Con la lana de sus ovejas solían hacerse mantas impermeabilizadas de suficiente tamaño para poder darse con ellas vuelta y media al cuerpo. Se cerraban con un imperdible grande a la altura del cuello y tenía una especie de capucha que no servía para cubrirse la cabeza sino los pies cuando dormían en los chozos.

Rodeando la cabaña, se hacía un aprisco o corraliza para que el ganado estuviera recogido.

Una de las personas más experimentadas en la construcción de estos chozos era Adolfo Cancho, un pastor de Antigüedad. Hasta el punto de que después de jubilado le fue encargada la construcción de un chozo ornamental a la entrada del pueblo. Anastasio Alejos hizo lo mismo en Baltanás, con un chozo que luce en La Carolina.

El pasar días (en el campo) y con frecuencia noches (en estos chozos) confirió a los pastores cualidades importantes, como conocer remedios contras las picaduras y otras incidencias con que podían encontrarse, y sobre todo dominar el tiempo, tanto cronológico como meteorológico. 

En una época en la que apenas nadie tenía reloj, sabían por el sol qué hora era. Y al estar tantas horas en el campo se fijaban en las nieblas y aprendían lo que cada tipo de niebla implicaba en la meteorología a dos meses vista, de forma que predecían cuándo llovería, la temperatura aproximada esperada o el significado de cada viento.

También tenían el método denominado cabañuelas, por el que pronosticaban el clima de cada mes. Gonzalo Ortega Aragón, periodista de Cubillas de Cerrato, publicaba sus pronósticos en Diario Palentino basándose en ello.

Las propias ovejas servían para la predicción del tiempo: se decía que si las ovejas movían la cabeza y sonaba la cencerra es que barruntaban agua e iba a llover.

Esas cencerras las hacían los propios pastores, por lo que al tener cada uno su técnica sonaban diferente y por el sonido se sabía de qué pastor era el rebaño.

Las ovejas también delataban dónde había alguna liebre ya que cuando las veían se abrían hacia los lados para no pasar por encima de la madriguera (cama). Si el pastor veía ese movimiento se disponía presto para cazarla de un golpe con su cayado.

Para ello les servía de entrenamiento un juego consistente en clavar un palo de aproximadamente 50 centímetros de altura y desde unos 10 metros de distancia tirar el cayado a ver quién tenía más puntería para dar al palo.

ARCHIVADO EN: Cerrato, Baltanás