Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Maldad y redes

05/11/2022

«Como lo que hablan los pobres en los pajares», sentenciaba sabiamente antaño mi abuela para calmar los ánimos y aportar la perspectiva adecuada cuando una discusión sobre algún tema 'de vital importancia' se iba de madre y los aspavientos y hasta las malas formas comenzaban a cobrar protagonismo. O sea, uno de esos donde la relevancia de las conclusiones y nada, son todo uno. Seamos francos, ningún cuñao ha dado carpetazo al problema del precio de la luz en una cena de Nochebuena por mucha vehemencia que enarbole en la exposición de sus argumentos. Pero los tiempos han cambiado. Y aquellos primeros, y todo hijo de vecino, vamos armados con teléfono móvil, internet y redes sociales, y con un escaparte al mundo ampliamente capaz para influir, en mayor o menor medida y, claro, para prescribir o dañar. Con más conciencia de ello, unos, con menos, otros. Porque es diferente la crítica constructiva al texto nocivo gratuito. Porque las áreas de influencia de cada cual pueden restar pan a familias enteras, y sin reparo ni miramiento alguno. Casi con orgullo, a veces. Y porque el linchamiento público populista está a la orden del día y parece que gusta el asunto a unos cuantos. Observaba el otro día cómo un usuario colgaba un tique pagado en un bar, en un nutrido grupo de redes sociales con fuerte impronta local. Se había enjaretado unas garimbas y le parecieron caras. Que está en su derecho de hacer público su desdén, por supuesto. Que el del negocio pone el precio que le sale del arcodetrajano, también. Quizás fuera desmesurado, o quizás, no. No hablamos de millones y con obviar el local en futuros encuentros hubiera sido más que suficiente (y ésta es opinión personal). Pero la enjundia del asunto no viene tanto del cuelgue de la cuenta en el patíbulo virtual, sino del tono empleado en el mensaje adyacente. Sentí como en carne propia que este individuo se hubiera regocijado con el cierre del negocio por su minuto de gloria. Creo que aquí había algo más bajo la alfombra, porque si no, 'me se' hace difícil de entender cómo expresó su malestar. Las redes han procurado al mundo 'sabios' sin conocimiento ni prudencia y 'jueces' sin balanza ni medida. Y, en ocasiones, tras la cobarde máscara del perfil anónimo con la maldad como estandarte. Una pena.