OPINIÓN de Beatriz Quintana Jato

La versión que conocemos de la muerte de Unamuno  es la de Bartolomé Aragón, la persona que estaba con él y que salió gritando.

Enseguida se corrió la voz de que Unamuno había sido asesinado, pero la versión oficial consiguió silenciar todos los rumores.

Bartolomé Aragón era profesor auxiliar de Economía Política y, contra lo que se dijo, no era amigo ni discípulo de Unamuno. Era un falangista que admiraba a Mussolini, y llegó a Salamanca cinco semanas después del enfrentamiento del 12 de octubre. ¿Por qué fue a ver a Unamuno? 
Después de su muerte escribió un relato exculpatorio, y no asistió al entierro ni al velatorio.
El certificado médico no se ha localizado. En el acta de defunción se recoge que la muerte se debió a una «hemorragia bulbar, causada por arteriosclerosis e hipertensión arterial».
Según algunos médicos consultados, se trata de una hemorragia que puede ser espontánea o provocada, y que no puede diagnosticarse sin autopsia.
Lo lógico habría sido haber avisado al Juzgado de Guardia, lo cual implicaría la intervención de un médico forense y por supuesto una autopsia. Pero nada de eso se hizo.
El médico, Adolfo Núñez Rodríguez, amigo de Unamuno, era republicano y había sido multado y amenazado; no estaba en condiciones de pedir una autopsia y es muy probable que su diagnóstico encubriera pistas solapadas para que en el futuro alguien lo  investigase...
Curiosamente, cuando llegó mandó a Aragón a la farmacia. ¿Para qué, si Unamuno ya había fallecido? ¿Probablemente lo hizo para quedarse a solas con sus hijas y hacer con ellas un pacto de silencio?
Lo que sí es cierto es que fueron los falangistas los que se apresuraron a organizar las honras fúnebres, y el nieto de Unamuno, testigo de los hechos, afirma que contra lo que se dijo, los falangistas no pidieron permiso a la familia («cogieron el ataúd,  fue un robo violento, sin pedir permiso a nadie»). Lo enterraron como si fuera un falangista, «uno de los suyos», y secuestrando su memoria le arrebataban algo más preciado que la vida.
La gran paradoja de su muerte fue que los falangistas lo enterraron como a uno de los suyos, aunque lo veían como un traidor; y para los republicanos era un traidor, a pesar de haberse enfrentado a los sublevados. En realidad, Unamuno fue un héroe al que «los hunos» y «los hotros» consideraban un traidor, aunque por distintos motivos.
Y su muerte, para siempre teñida de sospechas, puede muy bien explicarse por el hecho de que sólo  cinco meses antes se había producido el golpe militar, y precisamente en Salamanca había establecido Franco su cuartel general, habiendo sometido totalmente la ciudad en pocos días. Sólo la voz de Unamuno se atrevía a denunciarlo todo, y eso suponía una amenaza constante...
Su fusilamiento habría sido lógico pero inconveniete, teniendo el precedente del asesinato de Lorca y su eco internacional; era necesario silenciarlo, pero sin dejar huellas...