La explicación de que el tiempo es relativo quizá no sea fácil, pero hay evidencias conocidas de que a unas personas les sobra y a otras se les queda corto. En el día a día de Luis Antonio Gómez Romero -Antonio para todo el mundo- apenas si hay algún resquicio para el aburrimiento y solo muy de cuando en cuando. Alguien podría pensar que a su edad y tras una larga vida de trabajo, lo adecuado es tomar el sol, dedicarse a la placidez de algunas lecturas, pasear sin cansarse, disfrutar de la familia y poco más. No conocen a nuestro protagonista.
Se levanta a las 9, se prepara el desayuno y se sube al despacho, donde se pasa el día trabajando en ideas y proyectos. Interrumpe la actividad intelectual para comer y sigue después.
Suele acostarse a las dos de la madrugada, después de ver alguna película del Oeste -«las de indios no porque es una injusticia el trato que les dan; me gustan las intrascendentes para pasar el rato»-. No duerme demasiado bien, así que cuando se despierta pro la noche, escucha música clásica y resuelve las dudas y problemas que le hayan surgido mientras de día afrontaba esos proyectos en los que lleva años enfrascado.
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