Dionisio Lamas Muñoz

Tribunal Libre

Dionisio Lamas Muñoz


Serenidad

12/07/2020

Cuantos fracasos han sido en el mundo, lo fueron y lo son, por el estruendo de las batallas y las tropelías de la injusticia. Quienes tuvieron la suerte de encontrar un lugar de paz en medio del camino turbulento y errante, hallaron una nueva vida en la que alejaron las tormentas y el desorden de otras épocas de profunda oscuridad.
Solo la serenidad en medio de situaciones difíciles consiguen las victorias, templan el espíritu, aplacan los ánimos encendidos, ordenan y orientan el desorden y la desorientación de vidas revueltas por destinos inciertos y aciagos.
En el discurrir de los días y de las noches, el ser humano tiene que buscar su encuentro personal con la serenidad en la intimidad de su corazón y de su mente, y es desde ahí cuando el espíritu y el cuerpo se renuevan, se fortalecen, toman nuevas energías con el aire de las cumbres.
En el mundo del bullicio no hay espacio para el diálogo; la armonía interior se desvanece, y las capacidades intelectivas del hombre y de la mujer desaparecen.
La vitalidad se adquiere tras el descanso, la salud tras el reposo, las fuerzas se recobran por el sosiego y el equilibrio, desde  la calma. El triunfo perseguido, se alcanza desde el silencio imperceptible del viento suave de la serenidad.
Todo cuanto detenga la distensión de la concordia en la especie humana, es fruto de la violencia y de la crispación, las cuales escinden las esperanzas y los tiempos de serenidad del hombre y de la mujer.
Quienes logran enfrentamientos de unos contra otros, manchan la historia y obtienen el retroceso de la misma, situándola en los siglos de la impiedad, donde cualquier acto se escribía con sangre y desde la ignominia, eran tiempos revueltos y confusos donde nunca tuvo aposento la tranquilidad.
En cualquier tiempo, el ser humano necesita hacer uso de la meditación o de la oración para ganar la calma interior y descubrir las caricias, los y mimos del Creador, sus bendiciones y las brisas celestiales.
Y en el reposo del hogar familiar o de la comunidad tiene que surgir la serenidad en cada uno de sus miembros, los cuales engrandecen a la persona y sus acciones, humanizando sus sentimientos y limpiando del corazón y de la mente los atisbos del mal.