«Ese magisterio que se ejerce en una tienda es gratificante»

Carmen Centeno
-

A su madre le hubiera gustado tener un hijo cura, pero los once años de internado en los Barnabitas no le afianzaron en ese camino. Estudió Magisterio, pero no llegó a ejercer, al menos no en un aula

«Ese magisterio que se ejerce en una tienda es gratificante» - Foto: Juan Mellado

Miguel Ángel Requena Merino nació en 1956 en la localidad de Manquillos, aunque desde los diez vivió en Palencia, interno en el colegio de los Padres Barnabitas. «Entonces había costumbre de que los curas y los frailes fueran por los pueblos buscando chavales para sus seminarios. Yo era el mayor de tres hermanos y a mi madre la hacía ilusión que fuera sacerdote, así que me vine a estudiar con ellos», relata.


Reconoce que al principio no le disgustaba la idea, aunque lo que de verdad le compensaba era la socialización. «Mi pueblo es muy pequeño y casi no había niños con los que jugar; sin embargo, en el colegio éramos muchos y  estudiábamos, aprendíamos, nos relacionábamos, teníamos muchas actividades distintas y hacíamos deporte. Era todo eso lo que de verdad me gustaba».

 

Deportista nato, su preferencia siempre la marcó el fútbol, que entonces era el verdadero deporte rey en España. «Jugaba en el equipo del colegio y lo hacía de delantero centro. No debía ser malo dado que me seleccionaron de entre doscientos y además no chupaba banquillo», rememora. Aquello estaba muy bien, pero el verdadero salto iba a producirse cuando empezó a ir a clase a La Salle. «Quinto y sexto de Bachillerato y COU tuvimos que hacerlo allí porque los Barnabitas dependían de ese colegio en el nivel superior de los estudios. La enseñanza, que ya habían empezado a darnos los profesores de La Salle en tercero y cuarto, aunque entonces eran ellos los que se desplazaban a nuestro centro, era buena, pero lo mejor de todo es que podíamos practicar deporte en las mejores condiciones, en una finca con tres campos de hierba, un polideportivo cubierto y una piscina». 


Aquellos años de adolescencia y  primera juventud fueron un tiempo de grandes descubrimientos para Miguel Ángel Requena, el primero y más importante el de que no tenía vocación para el sacerdocio, y el segundo pero no menos decisivo, el de que hay lugares que condicionan las aficiones, e incluso las opciones profesionales. «En los Maristas se decantaban más por el baloncesto porque lo que tenían eran canchas de ese deporte, pero nosotros éramos más de fútbol porque disponíamos de tres campos muy buenos», asevera.


Su paso por La Salle dio cuerpo y forma a la afición que tenía desde niño por el fútbol, incluso moldeó algún sueño profesional, pero sin dejar en ningún momento de pisar la tierra. Con el equipo del colegio llegaron a las semifinales nacionales de los Juegos Escolares. «Sabía que había que jugar y estudiar, así que hice Magisterio a la vez que estaba en las secciones inferiores del Palencia; incluso llegué en alguna ocasión al primer equipo». No hay nada como tener las cosas claras y poner límites a las propias aspiraciones.

 

*Más información en la edición impresa y en la app de Diario Palentino.