Lo que el escenario esconde

Rubén Abad
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Músicos y cuerpo técnico tienen que soportar largos desplazamientos a diario y trabajar a deshora para que el público disfrute. El suyo es uno de esos trabajos vocacionales y sacrificados que no encuentra relevo generacional

Lo que el escenario esconde - Foto: Óscar Navarro

Cuando los focos se apagan, los instrumentos y los micrófonos se desconectan de la mesa de sonido y el telón se cierra es cuando el artista y el cuerpo técnico se dan de bruces con la realidad. Esa que el público no ve y que esconde una profesión compleja y sacrificada que requiere trabajar siempre a deshora, largos desplazamientos diarios y ensayos. Muchas horas de ensayo.

La temporada es salir y actuar. Pero ese trabajo en el escenario tiene mucha preparación detrás, «no es llegar y tocar», explica Aris Abad,  conocido músico profesional palentino con miles de directos a sus espaldas durante una carrera de más de cuatro décadas que le ha llevado por varias orquestas y grupos de todo tipo. Como ejemplo, para que un espectáculo comience a sonar en torno a las 23 horas, ya hay un equipo montando en el lugar en el que se va a celebrar la verbena desde las cinco de la tarde, y allí estarán «hasta mucho después de las cinco de la madrugada».

El intrusismo laboral «de cualquiera que tenga un instrumento o un equipo» es uno de los enemigos contra los que han de luchar y frente a los que la administración no pone freno, como se demuestra en numerosas fiestas en las que se contrata a pseudoartistas sin ningún tipo de formación académica ni experiencia.

Otro hándicap para los músicos profesionales es el sueldo. La inmensa mayoría cobra por los bolos, pero no por las largas horas de ensayos y preparativos. «Las verbenas se pulen durante todo el invierno para los espectáculos programados en los meses de verano», clarifica Abad sobre un gremio, el del artista, tan fascinante como desconocido para el gran público.

Las orquestas actuales están formadas por un equipo que ronda la docena o quincena de integrantes, entre técnicos de iluminación y sonido, cantantes y bailarines. Profesionales que se encuentran con serias dificultades en muchos pueblos de la España vaciada, donde carecen de la infraestructura necesaria. Y es que, como señala Abad, «en muchos destinos ni siquiera hay un bar en el que picar algo, ir al baño o simplemente lavarse las manos».

Por si todo lo anteriormente descrito no supondría suficiente esfuerzo, los músicos, los cantantes y los técnicos deben enfrentarse a diario a un buen puñado de kilómetros. «Se hace mucha carretera. En un verano, una orquesta puede actuar los 31 días de agosto, con una media de 500 kilómetros diarios, más de 15.000 durante todo el mes», destaca Abad.

De esta manera, es «muy difícil» encontrar un relevo generacional, sobre todo en la parte instrumental. Según específica el músico, «los chavales no quieren ya trabajar en una orquesta porque son muchas horas y supone mucho sacrificio». Por eso, excluyendo a los cantantes y los bailarines, el resto de los que se suben al escenario son, por lo general, mayores.

PEQUEÑO FORMATO

Entre los artistas que apuestan por un formato más reducido, la situación no cambia en exceso. En este caso, los fines de semana pueden llegar a hacer «dobletes y tripletes», mañana, tarde y noche. Hay mucha demanda concentrada en tan solo dos días, porque de lunes a viernes «apenas hay bolos» y los viernes se contratan «muy pocos porque la gente se ha acostumbrado a raíz de la pandemia a salir un solo día».

Durante 2019, justo antes de la crisis sanitaria, está fórmula había experimentado una tendencia ascendente y a partir de la covid «se ha echado para atrás», afirma Abad, que se pregunta «qué ha pasado con los presupuestos de fiestas de los ayuntamientos que no se han gastado durante la pandemia, que ha sido durísima porque no hemos recibido ni una ayuda».

Como muestra del bajón que ha experimentado la música en directo, los grupos de los que forma parte el músico cerraron alrededor de 200 bolos aquel año, y ahora se dan por satisfechos si firman 90. «Sería un sueño», reconoce el artista, que lejos de subir el caché, lo ha tenido que ajustar.

Sin embargo, y pese a las muchas adversidades, se desvive por la música y su trabajo, como demuestra en cada actuación de Clasicorocks, con el que versiona los mejores temas de todos los tiempos junto a César Rojo y Carlos Guati, y en su otro grupo tributo a Joaquín Sabina, Sabinadas.