Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Latidos

27/11/2021

Le hubiera gustado labrar la vida a base de metáforas, pero muchas veces se quedaba pillado entre onomatopeyas y la necesidad de poner un cacho de pan a la mesa. Fueron tiempos duros, como los chuscos del día siguiente y que se hacían migas en la leche y que brindaban ribetes de 'a por otra jornada' con dolor en la espalda, sin fisio ni tiempo para la meditación. Porque la ansiedad se mataba a base de azadón y copla, a ritmo de botas pisando barro y pantalón de pana hasta la saciedad. Con todo, no faltaba la sonrisa, la mano para tapar el sol y la canana cerca por si había tiro certero para llenar el morral. Sí, le hubieran gustado otras cosas, pero, cuando la renuncia se hace virtud poco se necesita para el viaje de la vida. Así pues, siempre se maravilló por lo que tenía y pocas veces anhelo lo que no llegaba, aunque fuera por desconocimiento o, simplemente, para no turbar una paz interior que hoy costaría una pasta en terapias cognitivas, yoga, pilates y otras hierbas. Tal vez por ello fue cumpliendo etapas y superando metas, quizá porque lo importante era andar y recorrer el camino y el sendero, encontrando puertos y puertas a las que llamar que, por lo general, se recibían abiertas de par en par. Fue conformando un carácter y una cadencia que soslayó infancias que tuvieron madurez al punto. Todo, sin tener que pasar por una adolescencia que parecía robada para la mayoría, pero nunca se conoció al ladrón o no se le quiso poner nombre. A lo mejor rondaban miedos y bichas que era mejor no mencionar, por si acaso y las moscas, siempre tan pesadas. Disfrutó y lloró cuando tocaba, que solía ser con frecuencia, aunque fuera de risa, pues nada hay más gratificante que desprenderse del dolor para que permanezca el recuerdo, sin rencores ni culpables. Me quedaré siempre con los buenos momentos y con lo positivo, me dice Tiburcio. Y lo hace en una mañana en la que me ha pedido que le acompañe a limpiar el chalet, que así llama él a la sepultura que ya tiene comprada, a la entrada y a mano derecha. La verdad es que hay que tener cuajo y las cosas claras. Cuando me marche no tendré nada que dejar atrás y en el descanso final se desvanecerán los sudores de antaño y las fatigas. Me lo cuenta y yo lo hago saber. Sea.

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