Viaje a Collado Jermoso: un sueño cumplido

César Ceinos
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La palentina Pilar Baños, con movilidad reducida tras sufrir una lesión medular hace 36 años, cumple uno de sus anhelados deseos gracias a un grupo de 17 amigos y una silla joëlette: subir hasta el refugio de los Picos de Europa leoneses

Pilar Baños, en la jöelette, durante la excursión a Collado Jermoso. - Foto: DP

Collado Jermoso es un enclave único ubicado en el macizo central de los Picos de Europa, a más de 2.000 metros de altitud. Ascender hasta este punto de la geografía leonesa era uno de los grandes sueños de la palentina Pilar Baños, una gran aficionada al montañismo que sufrió una lesión medular hace ya 36 años.

Usa habitualmente muletas para desplazarse, pero el hecho de ser una persona con movilidad reducida no le ha impedido hacer múltiples excursiones por los Alpes, conocer el campamento base del Annapurna en Nepal o enfrentarse a picos de la Montaña Palentina. Sus ganas fueron más fuertes que los impedimentos. Incluso, hace más de doce años ya había hablado con Jesús Santamaría para ascender hasta Collado Jermoso, pero él falleció y la excursión, en boca de la propia Baños, «se enfrió». De hecho, ella misma fue la que subió al Curavacas a dejar las cenizas de Santamaría en 2010. «Es un lugar que tengo en el corazón», declara.

Por desgracia, el tiempo iba haciendo mella y la protagonista de este relato fue consciente de que ascender hasta el refugio de Posada de Valdeón era una tarea harto complicada, y más cuando tuvieron que colocarle una prótesis de rodilla. «Ya lo había descartado por inviable», admite.

Pero, por suerte, todo cambió este verano, cuando varios amigos con la misma afición a la montaña empezaron a hablar del tema a raíz de conocer las posibilidades que ofrecía una silla joëlette perteneciente a la Federación de Deportes de Montaña, Escalada y Senderismo de Castilla y León (Fdmescyl), que está en la Casa del Parque de Cervera de Pisuerga. Con este instrumento, dotado de una única rueda y del que tiran y controlan, al menos, dos personas más (una por delante y otra por detrás), el sueño de Baños estaba un poco más cerca. 

«Ángel Villán vio el funcionamiento de la joëlette y pensó en que podían subirme al Valdecebollas, pero Ana Colomer le dijo que a ese pico yo ya había subido antes de la pandemia y recordó que a donde realmente quería ir era al Collado Jermoso», aclaró la aficionada al montañismo. Ante esta situación, Villán empezó a buscar a gente que supiera utilizar la silla especial con la que acompañar a Pilar Baños en esta experiencia única. Por otro lado, admite que se fue «corriendo la voz» y, finalmente, 17 personas más participaron en el viaje que se desarrolló los días 7 y 8 de septiembre.

En las semanas previas, varios integrantes de la expedición, entre ellos Baños, conocieron de primera mano la silla para personas con movilidad reducida y estuvieron manejándola en Valdehaya (Velilla del Río Carrión) y en Posada de Valdeón, en una jornada de divulgación junto al Grupo de Montaña Inclusiva Pandetrave. Para Pilar Baños fue de las primeras veces que montaba en un medio de transporte de estas características, el cual, según explica, «favorece la actividad de las personas con movilidad reducida a la hora de ir a la montaña o hacer senderismo».

La excursión, en la que participaron también Quico Arribas, Álex Martínez, Marce Fernández, Mercedes Alba, Vidal Rioja, Isidro Rodríguez, Elena Delgado, César Tomé, AlfredoVázquez, Kike Fernández, JuanCarlosGil, Rafa Miguélez, Isidro Cordero, Juan Lagunilla, Tente Lagunilla y los ya citados Villán y  Colomer empezó minutos antes de las 8,30 horas del 7 de septiembre en la localidad cántabra de Fuente Dé. En el listado inicial estaba inscrita una persona más. Fernando, pero no pudo sumarse a esta actividad porque se rompió el calcáneo.

EL VIAJE. Baños, protegida con un casco y atada con un arnés a la silla, recorrió en la joëlette todo el camino a excepción de un pequeño tramo de apenas 100  metros que realizó a pie. «En la cabeza me quedan todavía las buenas formas de buscar el equilibrio en esa zona de la montaña. No era tanto la fuerza de las piernas, sino saber equilibrarse», comenta.

Durante el viaje, la montañera se sintió «absolutamente feliz por las vistas y por las zonas que estaba alcanzando», aunque reconoce que, en determinados momentos, estaba preocupada por el esfuerzo que tuvieron que hacer sus compañeros. «En algunos lugares llegué a pensar que les había metido en un lío. Había muy buen rollo, pero cuando había que subir las zonas empinadas o pasar por terrenos movedizos me provocaba cargo de conciencia», declara.

El itinerario, de 16 kilómetros, llevó a la cuadrilla por los Tornos, las Minas y el Sedo de Liordes y las dos colladinas antes de llegar hacia las tres de la tarde al refugio, donde les recibieron con un fuerte aplauso. «Lo conocía porque lo había visto en muchas fotografías y para mí era un lugar emblemático», explica. Por primera vez pudo disfrutar de la panorámica con sus propios ojos. Fue un hito en su vida.

La vuelta arrancó al día siguiente, tras hacer noche en la casa de la montaña. Baños, montada en la joëlette, veía todo lo que se quedaba a sus espaldas y se preguntaba «¿cómo habremos subido por aquí?». Cuando la excursión concluyó, había cumplido su sueño. «Era algo largamente soñado y que ahora, por mis medios, era inviable», declara. En su memoria, y en la del resto de la expedición, queda el viaje «en el que hubo muchas risas y fuimos cantando» y «las facilidades que nos pusieron en el refugio de Collado Jermoso».

Para otra ocasión futura queda pendiente admirar la puesta de sol, puesto que el día que subieron había nubes y no pudieron disfrutarlo en todo su esplendor. «Dicen que el atardecer de Collado Jermoso es el más bonito del mundo, pero estaba nublado y llovió», declara. Claro que no hay mal que por bien no venga, ya que el tiempo hizo más fácil la ascensión. «Facilitó el recorrido. Con sol hubiera sido peor», admite.

Subir en joëlette es una experiencia que no todas las personas están dispuestas a hacer, por lo menos inicialmente. Eso sí, Baños no se amedrentó y únicamente disfrutó. «Yo no sentí miedo en ningún momento. La mayoría de ellos, por el contrario, me dijeron que no se sentarían en ella ni locos, que les daba mucho respeto», explica antes de dar las gracias a todos los que formaron parte del viaje. «Mis amigos hicieron un gran esfuerzo para estar allí,  para llevar la silla y hacer realidad mi sueño», concluye.