La salud mental y la piel caminan de la mano

Lucía Toribio
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El sol afecta de forma negativa a la epidermis, creando erupciones y picores en las más sensibles. Pero, hay otras enfermedades que mejoran durante el verano gracias al descanso

La dermatóloga María García Sánchez en su consulta - Foto: DP

La piel es el órgano más grande del cuerpo humano; nos protege de los factores externos como las bacterias, las sustancias químicas, la temperatura o el sol. Por eso, hay que cuidarla siempre porque nunca se sabe cuando puede afectarla una determinada reacción alérgica.

La dermatitis es un ejemplo de ello y puede generar diferentes tipos de síntomas como son el enrojecimiento, el picor, la descamación o la formación de pequeñas ampollas llenas de líquido transparente, que pueden aparecer en alguna región específica o diseminadas por todo el cuerpo.

Esta enfermedad puede surgir a cualquier edad, desde que eres un bebé hasta que eres una persona adulta. Son numerosos los factores que pueden causarla como el contacto con alguna sustancia que cause alergia, como efecto secundario de algún medicamento, por mala circulación sanguínea o por tener la piel muy seca.

El verano no es la mejor estación para algunas enfermedades de la piel como las erupciones producidas por el sol. «Los pacientes nada más llegar a la playa se llenan de granos o sarpullidos que les producen mucho picor», explica María García, dermatóloga en el hospital San Telmo. Para intentar evitar estas erupciones, la doctora recomienda limitar la exposición al sol al mediodía y evitarlo en las horas centrales, de 13 a 17 horas.

«En el caso de que tengan que estar en la playa, deberían llevar la ropa puesta y permanecer bajo la sombrilla. Así, es fundamental utilizar la cantidad adecuada de protección solar y repetirla cada tres horas para que esa fotoprotección sea efectiva», afirma García.

«Sin embargo, en algunos casos es casi imposible ya que con la primera exposición solar ya sufren estos sarpullidos, aunque existen unos tratamientos orales que previenen estas enfermedades. Cabe destacar que hay varios tipos y cada una tendría unas recomendaciones específicas, por ello lo mejor es consultar a los dermatólogos», asegura la doctora del Complejo Asistencial de Palencia (Caupa).

Consultas. Aumentan en verano ya que los pacientes llevan menos ropa y por tanto, se ven más la piel. «Es entonces cuando se dan cuenta de que un lunar de siempre les ha cambiado o tienen una mancha nueva que parece que está creciendo o cambia de color y forma. Por ello, durante la época estival diagnosticamos más melanomas o tumores cutáneos, que es lo que más nos preocupa a los dermatólogos», declara García.

Asimismo, existen varios tipos de dermatitis, algunas de las más frecuentes son la dermatitis atópica y la psoriasis. La primera es un trastorno crónico que habitualmente comienza en el primer año de vida y que puede durar hasta la edad adulta. A veces está asociada al asma o alergias estacionales y sus brotes pueden ser intermitentes o en casos graves, continuos. Por otro lado, la psoriasis es una enfermedad de la piel que cursa en forma de manchas rojas y escamosas que a veces pican, sobre todo en las rodillas, los codos, el tronco, el cuero cabelludo y las uñas. Aunque, es una enfermedad crónica, disponen de muchos tratamientos. 

«La dermatitis atópica tiene diferentes grados de afectación y existe una forma muy severa en la que las lesiones están diseminadas por todo el cuerpo, aunque en la mayoría de los casos es leve. En general, mejora un poco en verano por el tiempo de relax que producen las vacaciones. Todas las enfermedades de la piel tienen un trasfondo psicológico y al igual que mejoran en verano, empeoran con el estrés», afirma la doctora.

Independientemente del tipo de dermatitis, los expertos aconsejan visitarlos siempre que se noten irregularidades en la piel y que no se automediquen. «Por ejemplo, para el picor son mejor las pastillas y para la inflamación los antiinflamatorios como las corticoides, aunque eso siempre debe recetarlo el dermatólogo, que ayudará a mejorar y prevenir esas enfermedades», comenta García.

La reciente conocida como viruela del mono no es una excepción ya que, como explica la doctora García, «recibe ese nombre porque tiene unas lesiones cutáneas muy similares a las de la viruela en su momento. Son vesículas en la piel, es decir, ampollas llenas de líquido, por ello, aunque hay varias especialidades sanitarias encargadas en ello, los dermatólogos también pueden gestionar este tipo de enfermedad».