José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


Descubrir mayo

30/04/2022

Aplazada la salida al campo, primero las heladas, después la lluvia y al fin decidimos ir a la montaña. Habíamos cogido unos caracoles que manteníamos en retén y compartimos en la clásica merendola de San Marcos, recordando los viejos tiempos de la escuela rural. Mi amigo, siempre interesado por la arqueología, recordaba que los caracoles han estado en la dieta humana desde el Paleolítico. Y es que, los caracoles, son de esos hábitos alimenticios que a pocos deja indiferente y que, por lo general, o se aprecia mucho o se detesta, ya que su aspecto y el hecho de estar ingiriendo ese tipo de animal puede resultar desagradable para más de uno. Pero, una vez al año, degustamos caracoles.
 Con los impedimentos de la pandemia han pasado dos años de la última vez que visitamos este valle y, sin embargo, me deslumbró como el primer día. Caminamos un buen trecho, con descansos impuestos por la edad, la subida resultó suave y tras un pequeño repecho coronamos un calvero de piedra. La vista se hace pequeña y es mejor elegir detalladamente la distribución. Bajo nuestros píes estaba la pradera que yo quería pisar, pero antes, mi amigo fue describiendo varios pisos de vegetación. Fíjate –dijo- junto al arroyo están los fresnos; luego los robles; después tienes el pinar y, por encima, un piso de matorral. Ahí, abajo el césped, el prado de mullida hierba y la visión de las floraciones de narcisos amarillos, que aquí denominamos lirones.
Cuando los rayos del sol caen de forma más vertical en los valles húmedos y sombríos, comienzan a emerger esos bulbos enterrados muy hondos; Sabemos que hay muchas variedades de narcisos que se cultivan por sus aromas, pero la belleza de las flores que brotan en los prados es otra sensación cromática. Despedimos abril con sus chaparrones y abrimos la puerta al mes de mayo con sus flores. A esta altura, por encima de los mil metros, el horizonte se acorta y, a diferencia de la llanura infinita de las habituales salidas al campo, el silencio se vuelve temor a lo desconocido. Mi amigo, gran aficionado a la caza, siguió hablando sin que yo me apercibiera, creo que ensimismado con el paisaje montaraz.

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