25 de las 742 explotaciones apícolas son profesionales

A. Benito
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La producción media de miel en Palencia varía entre 249 y 332 toneladas al año. La extracción de cera, polen y propóleo es testimonial. Frente a los apiarios trashumantes, el sector pide protección para quienes con sus abejas polinizan todo el año

25 de las 742 explotaciones apícolas son profesionales - Foto: Javier Ródenas Pipó

De las 742 explotaciones apícolas existentes en la provincia, 590 son de autoconsumo (menos de 15 colmenas), 127 no profesionales (de 15 a 149) y tan solo 25 de carácter profesional (más de 150). Con respecto al número de colmenas, 3.200 corresponden al primer grupo, 5.000 al segundo y 8.400 al tercero, tal y como refleja el censo apícola de 2019, que sitúa el total en 16.600. 


«En lo que a producción de miel se refiere, la cifra varía según años entre las 249 y las 332 toneladas, mientras que la extracción de cera, polen y propóleo es testimonal», apuntan desde el Colegio Oficial de Veterinarios de Palencia, que hace unos días se sumaba a la celebración del Día Mundial de las Abejas con el fin de concienciar sobre la importancia de este insecto, las amenazas a las que se enfrenta y su contribución al desarrollo sostenible.


Las cifras coinciden con las que maneja Rubén Laso, presidente de la Asociación de Apicultura del Norte de Palencia (Apinorpa), que en la actualidad cuenta con unos 260 integrantes. A ellos se suman otros 250 que pertenecen a la Asociación Palentina de Apicultores (APA), de tal forma que, entre ambos colectivos, el número de asociados en la provincia ronda el medio millar. 

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Según Laso, «el sector ha ido a más en los últimos años». Lo mismo opina Julián Caballero, representante de APA. «La apicultura en la provincia está experimentando un repunte, son muchas las personas que se inician y muchos los apicultores que darán el salto al campo profesional. Es un proceso natural», señala. 


En este sentido, el número de pequeños apicultores, en su mayoría jóvenes que quieren emprender, es cada vez mayor, aunque desde Apinorpa y APA solicitan «más implicación»  por parte de la administración para que el sector de las abejas siga profesionalizándose. «Lo único que pedimos es que se cumpla la normativa, por ejemplo, con la distancia a la que deberían colocar sus colmenas los apicultores trashumantes», apunta Laso. 


Se refiere a aquellas personas que van moviendo sus explotaciones desde el sur hacia el norte en busca de la floración. «Cuando llegan los momentos de las mieladas, se instalan miles de colmenas (en la Montaña Palentina el año pasado más de 30.000) que, si bien suelen respetar las normas, para los pequeños apiarios la colocación de 300 colmenas a poca distancia puede ser un desastre, ya que las recién llegadas arrasan con las estantes, sobre todo si en el campo no hay néctar para todos», afirman Caballero y Laso. Por eso exigen «regulación y mayor protección» para quienes con sus abejas polinizan todo el año.

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Asimismo, los apicultores palentinos recuerdan que, a pesar de su importancia, las abejas tienen más enemigos que amigos. «Animales como los sapos, los pájaros insectívoros, los ratones, los tejones, los osos o el avispón asiático son algunas de las especies que constituyen una amenaza para las colmenas, pero tampoco hay que olvidar la mano del hombre», continúa  Laso, refiriéndose al uso de herbicidas y a los malos manejos del campo.


 «Sin embargo, la principal amenaza es la varroa, un ácaro que ha sido un verdadero colonizador. Llegó hace 20 años y se adaptó perfectamente al ciclo biológico de la abeja, creando verdaderos estragos en la colmena. También estan empezando a crear problemas los abejarucos», añade Caballero.


En cuanto al modo de producción, los apicultores reconocen que las cosas han cambiado mucho en los últimos años. «El aprendizaje es constante, dado que el mundo de las abejas es muy complejo. Antaño los manejos eran más naturales y ahora tienden más a la productividad, por eso se controlan las poblaciones y los problemas sanitarios», explica Ruben Laso al tiempo que apunta a la selección de núcleos como uno de las prácticas habituales.

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Los apiarios de los socios de APA y Apinorpa están localizados por casi toda la provincia, y también hay quienes residen en Palencia, pero tienen las explotaciones en otras provincias de Castilla y León. No en vano, una parte importante se encuentra en la zona norte. Esto, a juicio de Rubén Laso, «tiene sus pros y sus contras». Por ejemplo, a diferencia de lo que ocurre en zonas costeras como Asturias o Cantabria, a partir de noviembre las abejas no crían en la Montaña Palentina. «No ponen huevos y, por tanto, no crece la colmena, pero tampoco la varroa», indica. 


El clima más extremo del norte también facilita la producción en ecológico, mientras que el hecho de que la provincia sea una zona de transición entre la meseta y la montaña también beneficia a la floración de especies como el brezo, la lavanda, la esparceta o el girasol, de las que se alimentan las abejas para producir la miel. «El año pasado, la producción en el norte fue buena. En el sur, por el contrario, fue un desastre. Este año viene bien para todos aunque queda mucho camino por delante, todo dependerá del cielo, que llueva es primordial para que las distintas floraciones sigan su ritmo natural y puedan proporcionar néctar», indica Julián Caballero.


En lo que a la crisis sanitaria se refiere, esta no ha afectado por el momento a la apicultura. «En alguna conversación entre apicultores profesionales se comenta que caerá la venta, aunque también hay quienes opinan que al ser un producto que aumenta las defensas del cuerpo, puede ser lo contrario», añade el presidente de APA.


PROPIEDADES. «Las propiedades del producto final son las mismas que las de las plantas con las que se ha elaborado», apunta el representante de Arpinorpa. «La más valorada es la monofloral, aunque también está la conocida como milflores», apunta Rubén Laso. En este sentido, el apicultor norteño reivindica la miel de los apicultores locales frente a otras «llegadas desde países como China que nada tienen que ver con este alimento natural porque están hechas a base de sustitutivos». Por eso pide un etiquetado claro para este y otros productos. 


Precisamente, y para poner en valor la miel elaborada de manera natural, las dos asociaciones organizaron en enero la I Feria Apícola Regional, un evento que fue todo un éxito. «Tenemos que agradecer al Ayuntamiento de Palencia y a la Diputación su colaboración. Confiamos en poder celebrar el próximo año la segunda edición; ilusión y ganas no nos faltan», señala finalmente Julián Caballero.

 

OTROS DATOS INTERESANTES. De las más de 20.000 especies de abejas que existen en el mundo, solo siete producen miel y únicamente dos son explotadas en la práctica de la apicultura tracional: la Apis mellifera y la Apis cerana. Una sola abeja melífera suele visitar unas 7.000 flores al día, y se necesitan cuatro millones de visitas para producir un kilo de miel.

 

Las abejas polinizan una tercera parte de lo que comemos. Esto se traduce en una mayor cantidad de frutas, hortalizas, bayas o semillas y en una mejora de la calidad de los productos. Las abejas, por tanto, contribuyen directamente al rendimiento y calidad de los cultivos o, lo que es lo mismo, a la seguridad alimentaria. 
 

La polinización es un proceso fundamental para la superviviencia de los ecosistemas, esencial para la producción y reproducción de muchos cultivos y plantas silvestres. Los polinizadores son indispensables para conservar la biodiversidad, piedra angular en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

 

La pérdida y fragmentación de hábitats, los cambios de uso de la tierra, los monocultivos, los plaguicidas y las temperaturas cada vez más altas plantean problemas para la población de abejas porque reducen los nutrientes disponibles. También son una amenaza la varroosis y especies invasoras como la avispa asiática. 

 

22 mil millones de euros. Eso es lo que la Comisión Europea estima que la polinización de las abejas aporta a la agricultura de la Unión. Por su parte, el estudio Impacto económico de la polinización por insectos en la producción agrícola utilizada directamente para la alimentación humana en España, elaborado por Greenpeace en 2014, cifró en 2.401 millones de euros la contribución de la polinización de los insectos a la agricultura española y en 60 a la de Castilla y León. Con 5.145 explotaciones apícolas, el 15,7 por ciento del total nacional, la región se sitúa a la cabeza del ranking.