Dulzaineros

Fernando Pastor
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La expulsión traumática de los árabes de su principal feudo, Al-Ándalus, provocó que en la zona sur de la península se rechazara todo lo que recordara su cultura, pero en el resto de la península esos elementos culturales ya habían creado impronta

Dulzaineros

La mochila cultural que trajeron los árabes cuando llegaron a la Península Ibérica incluía muchos instrumentos musicales propios. Entre ellos la dulzaina.

La expulsión traumática de los árabes de su principal feudo, Al-Ándalus, provocó que en la zona sur de la península se rechazara todo lo que recordara su cultura, pero en el resto de la península esos elementos culturales ya habían creado impronta a lo largo de los siglos y fueron adoptados como algo propio.

Así tenemos la dulzaina en El Cerrato, donde ha habido destacados dulzaineros, algunos de los cuales son citados por José Delfín Val en su libro Dulzaineros y redoblantes.

DulzainerosDulzainerosÁNGEL VELASCO. Ángel Velasco González, nacido el 2 de agosto de 1861 en Renedo, fue un famoso dulzainero que innovó este instrumento incorporándole las 8 llaves que le proporcionaron más extensión permitiendo medias notas. 

También fabricó y vendió dulzainas. En 1915 comenzó a exportarlas a Francia.

Fue maestro de dulzaineros (entre otros del afamado Agapito Marazuela). A sus alumnos les daba clase en un taller y mientras estaban a su cargo les proporcionaba pensión completa, con cama y       manutención. 

Cuando iba tocando llevaba de redoblantes al Pollero (Hermenegildo Lerma, que tenía una pollería en Valoria la Buena) y al Tuerto.

Tiene una calle con su nombre en Valladolid.

Sobrino de Ángel Velasco era Gerardo Toribio, el Tío Apolo. Tocaba por los pueblos acompañado del redoblante Lucio Muñoz, el Tío Tacones, quien tocaba de oído pues no sabía leer ni escribir pero era uno de los mejores y más espectaculares redoblantes: lanzaba los palos al aire y los recogía para seguir tocando sin perder el ritmo . El Tío Apolo tenía una dulzaina hecha por su tío y compuso una de las canciones tradicionales más conocidas, Las habas verdes. Sin embargo su mujer no entendió nunca su arte y un día le dijo «quita del medio esa mierda de cacharro, un día la voy a coger y la voy a romper de un trastazo». No rompió la dulzaina, pero sí se la vendió a unos músicos de Tudela de Duero por 100 pesetas, cuando su valor superaba las 7.000.

MODESTO HERRERA. Aunque nace en Piña de Esgueva (15/06/1876) y fallece en Alba de Cerrato (21/08/1958), él y sus hijos fueron conocidos como Los de Amusquillo, ya que residieron en esta localidad cerrateña. Ebanista de profesión, se aficionó a la música a través del acordeón, pero en la mili conoció al dulzainero Teodoro Perucha, Pichilui, y cambió el acordeón por la dulzaina. Con gran éxito, ya que se hizo acreedor a numerosos premios. Las piezas que tocaba eran compuestas o arregladas por el propio Modesto.

Le acompañaron afamados redoblantes, hasta que formó grupo con sus hijos tocando la caja, la flauta y los pitos (de caña vegetal, confeccionados por el propio Modesto). De entre sus hijos destacó Felicísimo.

Era el grupo musical más solicitado por los pueblos de muchas provincias, y por tanto de los más cotizados: por tres días amenizando las fiestas percibían 300 pesetas. Se desplazaban en una serré. 

Su última actuación tuvo lugar en Amusquillo, en 1936, mientras sobrevolaban bombarderos.

ALEJANDRO LERROUX. También vivía en Amusquillo (vecino por tanto de Modesto Herrera aunque nacido en Vertavillo) un dulzainero al que llamaban Lerroux, por sus múltiples coincidencias con el famoso político republicano Alejandro Lerroux: se llamaba también Alejandro, lucía un bigote similar y profesaba ideas republicanas. También era conocido como Garrón.

Tocaba una dulzaina corta y sin llaves que producía un sonido un tanto desagradable por estridente, lo que dio lugar a curiosas anécdotas. En una ocasión llegaron a Amusquillo representantes de un pueblo para contratar a Modesto Herrera para un evento, pero este ya tenía esa fecha apalabrada para una actuación en otro lugar, por lo que les propuso que contrataran a Garrón. Ellos conocían la situación y le respondieron «aunque vaya Garrón con su chifla, ya que no puede ir usted al menos que vaya alguno de sus hijos». Y así ocurrió, fue Garrón y como acompañante Gerardo Herrera, hijo de Modesto. El día de la fiesta los miembros de la cofradía llevaron a Garrón a la bodega y le dieron de beber vino hasta que fue incapaz de acertar con la boca en la dulzaina, para que actuara únicamente Gerardo Herrera con la caja.