Tinieblas

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

Tinieblas

La Semana Santa es otra época de celebración en el Cerrato, repleta de prácticas significativas y anecdóticas.

En muchas localidades los preparativos comenzaban ya mucho antes, trasladando la imagen del Cristo de la ermita en la que está el resto del año hasta la iglesia para ser venerada por los fieles durante la Semana Santa. Por ejemplo, en Villabáñez la imagen del Cristo de la Guía (una talla del siglo XV con una cruz de gran tamaño) se lleva al comenzar la Cuaresma. Una vez finalizada la Semana Santa se la vuelve a ubicar en la ermita. Tanto la ida como la vuelta se realiza portando la talla a hombros y celebrando romería.

En Reinoso de Cerrato también ocurría, pero la estancia de la talla en la iglesia era mucho más efímera: se la bajaba el Jueves Santo y se la devolvía a su morada en la noche del Viernes Santo. Durante la procesión que recorre el trayecto entre la ermita y la iglesia y viceversa las mujeres cantaban letras de La pasión y los hombres repetían el estribillo.

TinieblasTinieblasPor lo general los actos de la Semana Santa comenzaban ya el Domingo de Pasión, con el cubrimiento de la imagen de los santos en las iglesias con paños morados (negro en el caso del Cristo), y así permanecerán hasta el canto del Gloria in excelsis en la Vigilia Pascual que da paso al Domingo de Resurrección. Este proceder forma parte del rito romano.

El domingo siguiente, Domingo de Ramos, se celebra la popularmente conocida como procesión de la borriquilla simbolizando la entrada de Jesucristo en Jerusalén. Ese día además se subastaban los pasos para desfilar el resto de la Semana Santa.

Algunas localidades como Astudillo, Valoria la Buena o Castrillo de Onielo, entre otras, organizan una procesión viviente, con una borriquilla de carne y hueso. Estas procesiones vivientes a veces se extendía a otras escenas de la pasión durante la Semana Santa, como el Cristo con la cruz a cuestas y otras, representadas por personas que se subían a un carro y eran paseadas por el pueblo con caballos tirando de él.

TinieblasTinieblasEste día también se bendicen los ramos, generalmente de romero. En Reinoso de Cerrato iban los monaguillos en burro la víspera a cogerlos a la orilla del río, donde eran frecuentemente recibidos a pedradas por la chiquillería de Magaz de Pisuerga (al otro lado del río). Salvada la batalla, entregaban los ramos al sacerdote para que en la misa del domingo los repartiera bendecidos y los vecinos los colocaran en las dependencias de sus casas y también en las cuadras, que había que extender la bendición al ganado.

El Miércoles Santo tomaban protagonismo las carracas y las matracas, así como los oficios de Tinieblas. 

En Valoria la Buena, desde el siglo XIV tras la misa los jóvenes se reunían en el atrio de la iglesia y después recorrían el pueblo haciendo sonar matracas y carracas. Se detenían a la puerta de algunas viviendas para cantar al dueño canciones burlonas, y este debía tener cuidado de no mostrar disconformidad pues en caso contrario le estarían dando la matraca durante mucho tiempo. En prácticamente todas las localidades por la noche se celebraba el oficio de Tinieblas. En el centro de la iglesia o en el altar se colocaba un tenebrario, candelabro triangular con muchas velas, y al final de cada plegaria o salmo penitencial cantado por el sacerdote se apagaba una vela. Cuando estaban ya todas apagadas y, por tanto, el recinto a oscuras comenzaba el ruido ensordecedor de las matracas (y si algún niño no disponía de matraca golpeaba botes, daban con piedras en el suelo, con martillos en tablas, con fardos de paja, etc.). Oscuridad y ruido, rememorando las tinieblas y la convulsión con las que según los Evangelios la tierra reaccionó al martirio y la muerte de Jesucristo, que daba paso al silencio que duraría hasta el Sábado Santo. 

En Villafuerte de Esgueva el oficio de Tinieblas se realizaba el Jueves Santo y el Viernes Santo. Con las velas ya apagadas se formaba una especie de altar, y con la iglesia ya vacía el sacristán en el coro y el sacerdote en el altar entonaban cánticos religiosos que finalizaban con el miserere. A continuación los niños, que estaban esperando en la puerta, irrumpían en el templo atronando con las carracas y los carracones. 

El resto de la Semana Santa continuaba el protagonismo de carracas y carracones, junto a esquilas, debido a que eran los instrumentos que suplían a las campanas anunciando los oficios religiosos, ya que las campanas enmudecían en señal de luto, hasta el Domingo de Resurrección.

En Villalaco en una Semana Santa a unos chicos les dio por tocar las campanas de forma reiterada durante la misa, incumpliendo esa norma. Al finalizar el oficio los curas, don Daniel y don Laurentino, se pusieron cada uno con un palo en la puerta que da acceso al atrio y según iban saliendo los chavales les iban pegando con el palo.

En Torresandino se aprovechaba la gira al son de las carracas para lanzar mensajes de otro tipo. Era típico escuchar «el-Luis-Ángel-a-la-caaama», conminando al susodicho a que se echara la siesta, ante el enfado del sacerdote por dar ese uso.