El antiguo Archivo Secreto del Vaticano (conocido actualmente como Archivo Apostólico) esconde tantos misterios como tesoros hay entre sus muros. Legajos repletos de historia, documentos que son testigos del pasado y pergaminos que dan fe de grandes acontecimientos de calado internacional. Entre sus documentos ha buceado durante cuatro años el profesor José Luis Alonso-Ponga, del departamento de Prehistoria Antropológica Social de la Universidad de Valladolid, quien ha investigado a fondo sobre la archicofradía del Santo Crucifijo de San Marcelo, que salvó a Roma de la peste en el año 1522, y que ahora vuelve a primera línea mediática al ser la imagen a la que rezó Francisco en solitario hace unos días en la plaza de San Pedro.
El Papa Pío IV concedió en 1564 a esta archicofradía la facultad de agregar a otras hermandades de todo el globo terráqueo que estuvieran bajo la advocación de la Vera Cruz y el Santísimo Crucifijo. En el caso concreto de Palencia, hay once cofradías agregadas a Roma, todas ellas radicadas en pueblos de la comarca de Tierra de Campos: Paredes de Nava, Capillas, Santoyo, Piña de Campos, Villarramiel, Marcilla, Amusco, Osorno, Amayuelas de Arriba, Población de Campos y San Cebrián de Campos. Todas ellas agregadas entre los años 1578 y 1591, algunas de ellas ya desaparecidas, aunque con un pasado glorioso.
«El porqué y cómo consiguieron estos pueblos la agregación es un misterio, pues hay muy pocas en el resto de España y apenas 40 en todo Castilla y León. Se cree que a finales del siglo XVI había en Roma algún clérigo importante natural de esta zona», explica el profesor, quien destaca que «la importancia de unirse a ella era la cantidad de indulgencias que tenía». La más importante era la indulgencia plenaria, que se concedía a todos los que entraban, a los que asistían a la procesión en Roma, a los que participaban en los desfiles de los pueblos agregados los Viernes Santos y a los que visitaban la ermita, por ejemplo.
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