Catástrofes que jamás se olvidan

César Ceinos
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Mañana lunes se cumplen cien años del choque entre los trenes Directo de Galicia y Correo de Asturias en Paredes de Nava que causó la muerte de 32 personas

Foto: Archivo Histórico Provincial de Palencia. Colección José Luis de Román. Fotógrafo: Albino R. Alonso.

Hay fechas que, por desgracia, siempre permanecen en el recuerdo de un pueblo e, incluso, de una provincia entera. Una de ellas es el 11 de julio de 1922. Mañana se cumplen cien años del accidente ferroviario de Paredes de Nava que se llevó la vida de 32 personas y causó heridas a otras 20. 

El luctuoso siniestro se produjo después de las dos de la madrugada, cuando el Correo de Asturias, que partió de Madrid y marchaba hacia el Principado, y el Rápido de Galicia, que arrancó en el noroeste de la península y se dirigía hacia la capital del país, chocaron brutalmente de frente en las inmediaciones de la estación paredeña «produciendo una catástrofe de hondísima y cruenta magnitud», según aseguró El Diario Palentino en esa misma jornada. El titular de la información de aquella fecha, «Espantosa catástrofe ferroviaria», tampoco deja dudas de la magnitud del incidente. Fue uno de los accidentes que ha marcado la historia ferroviaria de la provincia.

Según las primeras informaciones que aparecen publicadas en prensa, la colisión se produjo porque el Correo no se detuvo en una bifurcación de Paredes para esperar a que pasara el Rápido. En aquella época, únicamente había una vía y ambos convoyes marchaban por la misma, de ahí que fuera obligatorio que el tren que circulaba hacia la cornisa cantábrica se detuviera en este punto de Tierra de Campos para que ambos pudieran continuar su camino. Como no lo hizo, uno y otro impactaron de forma violenta.

En aquella fecha negra explicaron que el conductor del Correo no debió hacer caso de las señales que se marcaron en las agujas y en el anden, bien porque se quedó dormido o porque estaba cenando. En cambio, su homólogo del Rápido sí que vio lo que se le venía encima e intentó hacer todo lo que pudo para evitar el incidente o, al menos, mitigarlo. «Al darse cuenta del peligro que corría, echó todos los frenos, evitando así que su convoy se envolviese en una catástrofe inconcebible», publicó El Diario, cabecera que se volcó para informar con todo detalle del suceso. El 11 de julio (salía por la tarde) se publicó una página entera hablando de este tema en una época en la que cada número tenía solo cuatro en formato sábana. Además, durante los días siguientes, este medio, al igual que El Día de Palencia (que por aquel entonces eran competencia) continuó narrando las consecuencias del coche, hablando incluso con heridos.

La prensa palentina aún no dejaba espacio para las fotografías, pero la descripción  provoca que sea fácil imaginarse la tragedia. «El coche de equipajes del correo dio la vuelta de campaña y el vagón de camas se colocó encima de la plataforma del coche de ambulancia. Este salió despedido, yendo a parar sobre un coche de primera. Entre ambos, quedó hecho un acordeón otro coche de segunda clase». Respecto al rápido, escribió: «se destrozó el coche de equipajes y el tender (carbonera) se elevó, colocándose las ruedas encima del furgón del correo». Finalmente, aseguró que «todos los coches siniestrados quedaron unidos en un montón de astillas (eran de madera), cuya circunstancia contribuyó a que los trabajos de salvación se realizasen penosamente». La vía no quedó limpia y útil nuevamente para el tráfico ferroviario hasta las 21,30 horas del día siguiente.

RESCATE. De madrugada arrancó el trabajo de salvamento. Entre los primeros que acudieron se encontraba el empleado de la casa de Socorro Tomás Piélagos, que llegó en un tren especial junto a las autoridades y llevó material del centro para atender a los siniestrados. Desde Paredes, la brigada local de la Cruz Roja, que estaba encabezada por Séptimo Lobete, los camilleros Eloy de la Fuente y Teodoro Blanco, los médicos Cantero y Escobar; varios albañiles y otras personas se desplazaron rápidamente al lugar de los hechos para socorrer a los heridos, «que solicitaban auxilios y demandaban urgentemente socorros», relata El Diario. Posteriormente el equipo de rescate aumentó e incluyó a agentes de fuerzas del orden público, más facultativos y políticos. Los heridos fueron trasladados al local del sindicato católico agrario del municipio y al Hospital de San Marcos de Paredes, mientras que los más graves se llevaron al Hospital de San Bernabé y San Antolín de Palencia.

Por otro lado, el juez de Frechilla comenzó a instruir las oportunas diligencias desde primera hora. Por desgracia, el número de muertos fue en aumento según avanzaban las labores de rescate.  Entre las personas cuya vida se cortó hace un siglo figuraban familias enteras y dos paredeños, el médico Maximiliano Nicolás Paniagua y Eustasio Nicolás Herrero, sobrino del anterior y estudiante de medicina. «Ambos jóvenes unían a su juventud una extraordinaria simpatía personal que les había conquistado muchos afectos, haciéndolos muy popular en Paredes», informó El Día del día 12 poco antes de explicar que habían montado en Valladolid y que se dirigían a su pueblo de origen. Según comentó una sobrina de Eustasio, Pilar Nicolás, en un reportaje escrito en mayo de 2001 en DP por el actual redactor jefe de Diario Palencia, Jorge Cancho, (y que le valió el Premio Mariano del Mazo en su séptima edición), ambos fueron enterrados en una fosa común del cementerio de Paredes junto a cinco cadáveres más que no fueron reclamados por sus familias.

El número de víctimas mortales aumentó en dos hasta los 32 al fallecer uno de los heridos más graves tres días después y una vecina de Valladolid el 17 de aquel mes de julio.

Entre los heridos, estaba la joven Clara García, que viajaba en el tren que marchaba hacia Asturias. Fue salvada por el paredeño Teodoro Blanco y le abrió las puertas de su casa hasta que mejoró su estado de salud. Esta acción fue agradecida por el padre de la accidentada, que le entregó un reloj omega de oro, otro reloj a su esposa, 500 pesetas a cada uno de los hermanos mayores y una medalla a un tercero, manifestó Carmen Blanco, la hija de Teodoro, en el citado artículo de hace más de dos décadas.Por último, el suceso provocó que el rey Alfonso XIII enviara un telegrama al gobernador civil dando el pésame a las familias. El día siguiente, el monarca, que viajaba de SanSebastián a Madrid, se detuvo en Venta de Baños para informarse de este accidente con el dirigente provincial.