El nuevo servicio de préstamo de bicicletas lleva meses listo para empezar a funcionar, conforme al reglamento de uso y a la ordenanza municipal con los precios correspondientes. También están listos los vehículos y los aparcamientos. Sin embargo, no se ha puesto en marcha. La razón que alegan los responsables es de índole técnico: problemas informáticos o fallos en la aplicación móvil con la que funcionará el servicio. No concretan mucho más. La verdad es que es una lástima que la capital palentina, llana, alargada, verde, con una considerable superficie de carriles-bici y una decidida apuesta por la sostenibilidad y el ahorro energético, no consiga algo a simple vista tan sencillo como favorecer el alquiler y, con él, una movilidad más saludable y nada contaminante. Pasó con el primer intento, aunque entonces fuera más achacable al vandalismo, derivado quizá de una falta de educación medioambiental. Ahora, la sociedad en general está mucho más concienciada y el Consistorio capitalino lleva ya unos años predicando las bondades de moverse por la ciudad a pie o en bicicleta, en aras de esa sostenibilidad. 

Da envidia visitar otras localidades en las que cada vez son más los vecinos que se mueven en bicicleta, en vez de hacerlo en vehículos a motor. Sucede así incluso en grandes ciudades, de la mano sobre todo de los jóvenes y de la población más concienciada. Aquí parece que las iniciativas al respecto estuvieran condenadas al fracaso, cuando en modo alguno debería ser así. Y menos aún si el fallo, como aseguran, tiene carácter digital, en una ciudad con el plan Digipal habilitado entre otras cosas para modernizar el acceso y el funcionamiento a determinados servicios públicos. Habrá que confiar en que los expertos en la materia den pronto con la solución al problema, de forma que el nuevo año, ya tan próximo, traiga consigo la entrada en servicio del alquiler de bicicletas.

Son veinte, solo pueden usarlas los mayores de 14 años, el precio es razonable y el tiempo de uso es de cuatro horas por vehículo. Hay  además quinientas plazas para aparcarlas a lo largo y ancho de la ciudad. Así las cosas, no tendría que resultar demasiado complicado el funcionamiento, sobre todo de cara a seguir ampliándolo con el paso del tiempo. Seguramente hay vecinos que esperan disponer de él muy pronto para no tener que comprarse una bicicleta y para poner en práctica la filosofía que combina salud, bienestar, movilidad sostenible, ahorro energético y reducción de las emisiones contaminantes. Y sin lugar a dudas el conjunto social también lo espera, consciente de que hay que racionalizar el tránsito urbano de coches y motos y también los gastos de combustibles y la hipoteca de emisiones contrarias a un planeta demasiado castigado, por otra parte.