Julio César Antolín Quirce (Palencia, 1956) nació en la calle Teniente Velasco, en el barrio de La Puebla. Fue el menor de los cinco hijos de un protésico dental y una ama de casa, y conserva muy buenos recuerdos de la infancia. «Bajábamos a los recados y jugábamos mucho en la calle porque apenas pasaban vehículos y porque el vecindario era de confianza», rememora.
Su primer contacto con las letras y los números fue en una escuela del Corral de Paredes. Después pasó al colegio de La Salle, donde cursó hasta cuarto de Bachillerato. «Allí me encontré muy bien», asevera. Quinto, sexto y Preu los hizo en el instituto, pero en horario nocturno porque estaba trabajando. Inició su precoz vida laboral a los 15 años, como ayudante de topógrafo para la empresa Entrecanales y Távora, que trabajaba en el encauzamiento del arroyo de Villalobón.
La razón de escoger aquella vida complicada, que le obligaba a repartir sus ganas, su voluntad y sus fuerzas entre el estudio y el trabajo, fue simple y llanamente que nuestro protagonista sentía que tenía que hacer algo y quería ser útil, aportando en la medida de sus posibilidades a la economía familiar.
«Fue muy duro porque después de una jornada de trabajo, tenía que ir a clase, pero lo hice», apostilla. No es partidario de alardear ni de aquel esfuerzo ni de otros a lo largo de su vida, pero sí reconoce que mientras otros amigos se centraban en los estudios y disponían de más tiempo libre, él estaba supeditado a un doble horario.
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