Dos kilos de salchichas

Fernando Pastor
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Cevico de la Torre muchos apodos tienen como motivo episodios relacionados con la comida, como es el caso del Chichas.

Dos kilos de salchichas

El buen comer (por ser moderado en la expresión), también ha dado episodios hilarantes en el Cerrato.

Aún recuerdan en San Martín de Valvení una merienda en las bodegas a la que varios mozos llevaron 7 kilos de congrio. Tras probarlo uno de ellos, dijo que le parecía que aquello no estaba en su mejor estado, y no quiso comerlo. Lo probaron los demás y secundaron su opinión y su negativa a comerlo. Salvo, uno, Fermín Calvo, que dijo "pues entonces me lo como yo", y según cuentan acabó el solo con los 7 kilos de congrio.

En Villaviudas lo tienen institucionalizado. En el siglo XVIII la cofradía de Nuestra Señora de la Concepción organizaba una cena pantagruélica el día 7 de diciembre, víspera de la fiesta de la Inmaculada Concepción, de forma que la propia cena constituyó en si misma una fiesta, con el nombre de La Tragantona. Las cuadrillas aportaban una pieza (un pollo, un conejo…) por cada miembro que acudía a la cena. Y como una pieza por persona es una exageración, aparte de darse un gran atracón sobraba para días posteriores. Eran cuadrillas formadas solo por hombres, y el exceso no era solo de comida sino también de bebida. En la actualidad esta cena está ya abierta a la participación de mujeres y niños y presenta un carácter más moderado en cuanto a la cantidad de comida y bebida. Ya no existe la cofradía, pero se sigue celebrando con gran tradición, con asistencia de muchos naturales del pueblo que viven fuera.

Cevico de la Torre es un pueblo en el que abundan los apodos, que responden a motivos de lo más variopinto. Algunos de ellos tienen como motivo episodios relacionados con la comida, como es el caso del Chichas.

A José María Rodríguez Calzada le gustaban mucho las salchichas y le comentó a su amigo Angelillo que podía comerse dos kilos. A Angelillo le sonó a bravuconada  imposible y el reto acabó en apuesta. Angelillo le dijo que si era capaz de comerse dos kilos de salchichas le daría una cámara de video VHS. 

Se pusieron manos a la obra. Fueron a la carnicería a encargarlas, comentándole al carnicero la apuesta, por lo que él se las hizo lo más adecuadas posible para ese evento: sin pimentón y con poca grasa, para facilitar la hazaña. 

Una vez hechas las pusieron encima de la mesa en fila y las midieron. 4,7 metros de salchichas. 

Las cocinaron a la parrilla y se las comió. Ganó la apuesta.

Pero poco a poco a José María se le fue hinchando la barriga, comenzó a eructar incontroladamente, le entraron fuertes sudores y con el paso de los minutos cada vez se sentía peor. En vista de ello a las dos de la mañana otro amigo, Carlos, al que llaman Folio, le llevó a urgencias a Palencia.

Cuando fue atendido y una doctora le preguntó qué le pasaba, respondió "estoy empachado", sin atreverse a dar más explicaciones pues le daba vergüenza contarlo. Pero la doctora indagó: "¿qué has cenado?". "Salchichas", respondió José María. "Pero ¿cuántas?", volvió a preguntar la galena. José María susurró bajito y volviendo la cabeza para que no le mirara a la cara "dos kilos". Al oírlo, la médico exclamó "¡¡cómoooo!!.  "Dos kilos", repitió José María. La doctora no daba crédito "¿pero qué dices?". Llegados a ese punto, José María le contó que se debía a que había hecho una apuesta, y Folio corroboró que su amigo se había comido dos kilos de salchichas. 

La médico, sin salir de su asombro, llamó a otro galeno "Mariano, Mariano, ven un momento". "¿Qué ocurre?", demandó este médico, pensando que era requerido porque algún paciente necesitaba atención urgente y plural. Pero la médico en vez de responder a su compañero se dirigió a José María: "cuéntaselo". Y este, con voz queda  y lleno de vergüenza, repitió ante el médico recién llegado "que me he comido dos kilos de salchichas". 

Le llevaron a un box y allí le pusieron suero y le realizaron una radiografía. Esta evidenció que el estómago de José María se encontraba a reventar, lo que impedía la posibilidad de realizarle un lavado de estómago. Por tanto se limitaron a suministrarle  un fármaco que le acelerara la digestión. 

Estando en el box, cada pocos minutos pasaban enfermeras que decían "mira, mira, el de las salchichas". Otras, para ponerle y controlarle el tratamiento,  preguntaban en voz alta "¿quién es el de las salchichas?", a lo que se veía obligado a responder "soy yo". 

Tras pasar la noche en observación, a la mañana siguiente recibió el alta. Le prescribieron estar varios días comiendo una dieta blanda y tomar una pastilla para aliviarle los tremendos ardores de estómago que tenía. 

No dijo nada en su casa. Su madre se enteró días después y su reacción fue decirle "te he preparado unos huevos con salchichas, que sé que te gustan mucho". Fue oírlo y darle inmediatamente arcadas. Desde entonces no le apetecen mucho las salchichas. 

No fue un caso único, ya que según cuentan, otra persona de Cevico de la Torre se comió un lechazo entero.