Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


La lata

19/02/2022

Vete tú a saber desde cuándo estaba ahí. Arrinconada, doblada por todos los triángulos isósceles inexistentes, remorada de plegados de óxido pálido, adormecida de soniquetes con rama de pino cuando fue tambor de bodega y escabeche con verdel. Posiblemente llevara estancada lustros, siendo visible, inexplicablemente, la fecha de envasado, tan añeja como impertinente en su osadía. Que sepas, dijo Tiburcio, que me acuerdo como si fuera hoy mismo. El día que la abrimos tuvimos jarana de las gordas y las aceitunas negras las trajo Leoncio en una garrafa parda reciclable, pues también sirvió, con el tiempo, como taburete y semillero de lechugas. La lata no se quedó corta, pues además de bebedero para los perros, fue plato de pienso para pollos, regadera de petunias y escudo romano para el pequeño de la vecina Juana. Salió buena y multiusos, como las navajas suizas que traían de Albacete, creo. Pero no me digas qué conchos hace ahí, detrás de los restos del lagar, a no ser que alguno se bautizara en vino para redimir pecados. Eso sí, recuerdos mucho y te lleva a pensar en la felicidad que podían dar las pequeñas cosas y las usanzas ulteriores de todo aquello que caía en nuestras manos. Vicisitudes de viejo, perdóname majo. A fin de cuentas, lo único que te estoy dando, un día más, es la pejiguera, la monserga, el embrollo de quien sigue atrapado en un ayer que tampoco tuvo nada espectacular. Pero, no puedo dejar de mirar la resistencia que ofrece a pesar de estar tan aplastada, aparentemente falta de todo el esplendor y felicidad efímera que pudiera ofrecernos en su día. Yo nada dije, me limité a recoger los restos y los puse en el montón de cosas inútiles e inservibles que tenían que encontrar su contenedor adecuado. Ahí ya no es lo mismo, señaló, casi que está mejor donde estaba, caída tras el trillo y el cedazo. Que descanse en paz, inmisericorde, a la vista de mi presbicia. Total, prefiero que me dé la matraca la de siempre a tener que abrir envases nuevos que a lo mejor te envenenan de innovación. Y a su lugar de origen volvió: un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio. Como suele ser habitual reinó el silencio y una ráfaga de viento amontonó a sus pies papeletas electorales que no encontraron sobre.

ARCHIVADO EN: Tierra de Campos, Albacete