Cada vez que un veterano la rompe, la lógica del fútbol se retuerce. Los estudios biométricos, isotópicos, extracorpóreos y un montón de gilipolleces esdrújulas más, determinaron hace tiempo que la edad ideal para la práctica profesional del fútbol se encerraba entre los 26 y los 28 años (tanta ciencia y tanto boato para dar una horquilla de dos años que podría dar José Miguel, el del bar, con dos carajillos encima). Según el estudio, entonces, a partir de los 28 empieza el declive del futbolista, ¿verdad? Díganselo a Joaquín. 
Los ‘viejos’ reescriben la Historia cada fin de semana. Mientras esperamos que Nino (40) destroce el récord de Donato como goleador más veterano de Primera o le vemos a José Juan (41), patrón del fútbol modesto, sacarle 10 pelotas de gol al Real Madrid desde Alcoy; mientras vemos que Ibrahimovic (39) es el máximo goleador en Italia hasta que Cristiano Ronaldo (36 en apenas 10 días) le quita el puesto… Joaquín (39) sigue ‘a su bola’. 
Se ha creado un personaje voceras, entrañable, divertido, pesado y cercano hasta el punto que hemos olvidado a un futbolista descomunal. Veinte años pateándose la banda derecha, manteniendo cada día viva la llama del gusto por el juego, descubriendo nuevas formas de ‘hacer fútbol’ a pesar de que los laterales que encara son cada vez más rápidos y fuertes. 
En el 76, el Betis perdía 2-0 y Pellegrini realizaba una de esas maniobras raras: quitaba del campo a su mejor hombre (Fekir) y ponía las opciones de remontada en las botas del ‘17’. Joaquín dio la asistencia del 2-1 a Canales y marcó el 2-2 en el descuento. Un puntito que no entra en ningún libro de Historia, pero sí en la biografía inagotable de otro de los veteranos de oro del fútbol, de esos que, a pesar de todo, siguen haciéndole regates al tiempo.