Antonio Álamo

Antonio Álamo


Honores

27/01/2023

Coincidiendo con la festividad de San Francisco de Sales, patrono de periodistas, escritores y juntaletras, la sociedad española al completo pudo comprobar una vez más cómo no estamos de acuerdo en nada, ni siquiera en la concesión de distinciones honoríficas. Es ya una tradición y en la Universidad Complutense pudo comprobarse su arraigo y vigencia con la entrega de la distinción de alumno ilustre a, entre otras personas, Isabel Díaz Ayuso. El acto no resultó precisamente aburrido y las críticas, incluso de quienes intervinieron, han terminado como era de esperar en la prensa, centrándose en la idoneidad de la concesión a la actual presidenta de la Comunidad de Madrid.
Es posible que este episodio hubiera llamado la atención de Francisco Murillo Ferrol, maestro de sociólogos y figura clave de las ciencias sociales en España, porque se ajusta deliciosamente a las reflexiones que sobre la bipolarización de la opinión pública y las situaciones de conflicto y consenso expuso en Estudios de Sociología política (Tecnos. 1972). Pero él ya no vive, murió en 2004, y no parece que este libro haya sido tenido en cuenta por quienes se dedican a la actividad política, quizá porque ofrece explicaciones a las consecuencias de determinadas actuaciones en la gestión pública.
Por lo demás, se conceda a quien se conceda una distinción de estas características, queda la sensación de que la epidemia de reconocimientos honoríficos de todo tipo va a más y que no va a parar. Empieza a resultar atosigante. Resultaría curioso, eso sí, descubrir las razones que mueven a los responsables de instituciones y empresas a fomentar esta práctica que se refleja a menudo en los medios de comunicación… ¿buscan publicidad, votos, buena imagen, una foto en la prensa, rentabilidad para el negocio, canonización del promotor o qué? Dejémoslo así, en el mundo de las elucubraciones, y pasemos a la realidad de cada día porque a veces es mejor quedarse en la inopia. Y nada más porque el país tiene problemas más importantes de los que ocuparse. Sin ir más lejos, ahí cerca hay una guerra y tal vez a alguien se le haya ocurrido crear la distinción honorífica de 'Recluta ilustre' del Ministerio de Defensa y ya tiene los nombres en la cabeza.