Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Estela de vida

31/12/2021

De tantos personajes como entrevisté en el medio rural, siempre me quedan notas sueltas que merece la pena saborear de vez en cuando. El pasado verano conocí a Cristina Zagaleja, autora de La pandereta en Castilla y León, historia que les cuento en una próxima entrega, donde aparece Asunción García Antón, panderetera de Arbejal, que me dice a propósito de tocar la pandereta: «Esto debe salir de uno mismo. Yo aprendí a tocar la pandereta en la cama -de esto se ha reído mucha gente-, con los dedos en el pecho cuando tenía diez u once años».
No estoy hablando de personajes de alta alcurnia, de personas que han alcanzado la fama por algún invento. Algún indiano, acaso, como Francisco, que se estableció en México. Estoy hablando de personas corrientes, personas que no necesitan hacer algo extraordinario para convencerte.
Sin saber a qué obedece esta sinfonía de recuerdos, muchos días me recreo recordando la magia de la maestra Raquel Cuevas, en aquella Venta de Urbaneja, donde no faltaba lo más elemental para sobrevivir en estas latitudes donde el invierno lo macera todo. A veces, ni esa entereza sirve para que los demás lo entiendan. Este año, de improviso, en San Salvador de Cantamuga se nos fue Luis María Cajigal, que transformó la fragua de su padre en un taller y que le ponía motor a casi todo.
Al otro lado del Cueto, también despedimos a nuestro primo Javier, con aquella reminiscencia cántabra en una frase que se me quedó grabada cuando le conocí, allá en Polentinos: «jatu, sal de esi matorru que te avientu un cantu». Y lo llevé al libro cumbre de mis libros, porque ese acento natural que le salía nos enlazaba, sin pretenderlo, con los cántabros. Javi era el gestor de la familia, sabía donde estaba cada mojón, cada peña, cada linde.
Quiero decir en esta memoria de fin de año que no es solo que se te va un ser querido, sino, fundamentalmente, que se te van los soldadores de esta tierra, que se te va una forma de vida.
Pero es un destino que seguimos todos y quiero tranquilizar a amigos y parientes porque, estas personas que cito y muchas más que nos dejaron en los últimos años, cumplieron con creces el cometido y la deuda que tenemos contraída con la tierra que nos dio la vida.