Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


La telera

25/01/2022

Me he negado a admitirlo y aún sigo renegándome. Todos hablan de las consecuencias de la pandemia, de la manipulación, de la falta de libertad que nos ha aportado.
La reunión forzada en casa, el confinamiento, me provocaba enormes ganas de salir a la calle para buscar a mis amigos, de encontrarnos en los habituales puntos de reunión. Pero cuando acudí a ellos muchos estaban cerrados y en otros ya no estaban mis contertulios, conmilitones del alma.
De seguir así, me convencerá Pedro Vallinas, el veterinario amante de los caballos, que nos ve sometidos a una doma de cuadra; primeros pasos en los que se enseña al potro la privación de libertad, recluyéndolo en la caballeriza y para salir al campo abierto se le deja arrastrar un largo ramal con el fin de que lo pise y se inmovilice tironeando con brusquedad de su cabeza. 
Me he negado como consecuencia del ejercicio de la arquitectura a ver al hombre como no libre, sumergido en sus propias limitaciones, como el joven Törless de la novela de Robert Mussil que solo sale de su opresión al igual que Alex de Large el libertino protagonista de La Naranja Mecánica de Kubrick, previa reeducación y aceptando el mal de su sociedad. Quizá porque el mal sea banal como explica Hannah Arendt.
Y cuando me encuentro más libre, no se me permite franquear una puerta desenvuelto, a mi albedrio, sino con un sentido obligado para ir y otro para volver, con acceso a los lugares comunes que te ordena guardar cola y para acudir a la terraza del café te cierra el espacio una talanquera humana y una telera fabricada con burdos pallets. 
Podía haber sido un redil de otro estilo, menos opresor, como los de las playas italianas del Lido, con una belleza decadente o las de Muerte en Venecia, con vallas pintadas en blanco y azul, pero me enseñaron que la función hace la forma y por eso nos cierran en las teleras.
Telera viene de telum, las pesadas espadas romanas alargadas; son la protección que te ofrecen unos cuantos dirigentes que usan máscaras de cartón de eterna sonrisa, resguardándonos del lobo, sabiamente en su provecho, nuestros espíritus recluidos en la intemperie de la telera.