Un paseo por los chozos de la Montaña Palentina

A. Benito
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El Parque Natural atesora decenas de construcciones que surgieron como cobijo para los ganaderos. Verónica García lleva años tratando de documentar este patrimonio

Un paseo por los chozos de la Montaña Palentina

La historia de la Montaña Palentina está inexorablemente ligada a su pasado ganadero.  Los valles y puertos que actualmente atraen al turismo de naturaleza, fueron antaño el lugar de pasto de los animales que, aún hoy, siguen siendo el sustento de algunas familias. Ligados a este oficio,  surgieron decenas de chozos cuya función no era otra que ofrecer cobijo a los pastores, que con esfuerzo y dedicación se hacían cargo del ganado.


Casi sin darse cuenta, Verónica García inició hace algunos años una labor de documentación que la ha llevado a rescatar del olvido y poner en valor unas construcciones que, además de ser un patrimonio en sí mismas, guardan cientos de historias personales. «A mí lo que me gusta es perderme por la Montaña Palentina», explica esta vecina de Cervera de Pisuerga de ascendencia asturiana que se conoce el Parque Natural como la palma de su mano. 


Gracias a esos paseos, Vero, como la conocen en la zona norte de la provincia empezó a fotografiar los chozos y a rebuscar entre la maleza para encontrar los senderos que los comunican, una labor, cuando menos, complicada dado que la crisis de la ganadería ha hecho desaparecer prácticamente muchas de las veredas. «Sin embargo, -matiza García- los animales son listos, porque los que quedan siguen yendo por los mismos caminos». 

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Así, lo que empezó siendo una afición acabó por convertirse en un reto personal. «No me vale con que me hablen de un chozo o me enseñen una foto, tengo que ir hasta él», explica esta montañera que tiene por costumbre terminar sus rutas tomando una cerveza y charlando con los vecinos de la comarca. «Además de patear todo lo que puedo, también tengo buenos amigos que me dan indicaciones sobre la ubicación de algunos chozos», añade García, al tiempo que agradece el hecho de que los viejos del lugar compartan con ella ese conocimiento.


De esta forma, Verónica García contribuye a salvaguardar la historia de quienes habitaron la Montaña Palentina en el pasado. «Cuando la gente empezó a interesarse por este trabajo que realizo solo por placer, fui muy reticente a enseñarlo. Me da mucha pena ver cómo algunas personas maltratan los chozos y, de alguna forma, quise resguardarlos. Sin embargo, con el paso del tiempo vi que, por lo general, hay más gente interesada en conservar este patrimonio que en destruirlo», señala García.


En este sentido, la montañera asturiana afincada en Cervera manifiesta su alegría porque muchas de estas infraestructuras hayan sido arregladas. «A mí, a veces, me hacen la puñeta porque tengo que volver a repetir la foto», comenta entre risas una mujer cuyo carácter afable y curioso le ha hecho ganarse el cariño de muchos de los habitantes de la comarca norteña. «Tengo que dar las gracias a esos amigos personales que se dejan arrastrar hacia un mundo de escobas en busca de los chozos», bromea. García se refiere a algunos de los compañeros del Club de Montaña La Escalerilla de Barruelo, a sus conocidos de Vidrieros y Lores y a los ganaderos que la animan en esta aventura.

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Amante de la naturaleza y de todo lo que tiene que ver con el monte, Verónica García es también una gran aficionada a la fotografía.De ahí que otra de sus premisas a la hora de cazar los chozos sea hacerlo tomando una buena instantánea de ellos. Exigente y pertinaz, no le vale una imagen a distancia ni de escasa calidad. Como buena fotógrafa, todo tiene que ser perfecto: el encuadre, la luz y la distribución de los elementos.


IMPROVISADA ETNÓGRAFA. «Al principio, compartía las fotos en mi Facebook, pero como mucha gente me insistió, decidí abrir una página específica en esta misma red social», apunta la improvisada etnógrafa que, ante todo, quiere dejar claro que su intención no es la de comerciar con este trabajo. «Hasta el momento, he conseguido recopilar más de cien chozos y estoy segura de que aún me quedan muchos más por localizar. Los voy compartiendo poco a poco porque, como digo, es algo que hago simplemente porque me gusta», añade.


De estas palabras se deduce que su única intención es seguir compaginando dos grandes aficiones: patear y descubrir estas viviendas de pastor que en la Montaña Palentina adquieren distintas formas en función de su ubicación y de los materiales empleados en su edificación. Cabañas que, en la actualidad, son de muy diversa titularidad, ya que algunas siguen siendo utilizadas por los ganaderos, otras son propiedad de los municipios de la zona y también existen las que sirven de refugio a los montañeros que se animan a descubrir los secretos del Parque Natural.  

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«Algunos están bien conservados y de otros solo quedan algunas piedras, pero, para mí, todos son importantes», reconoce Verónica García, que no descarta que algún día se publique un libro con la información recopilada acerca de unos chozos que tienen nombre y apellido. «También me encanta conocer la toponimia de la zona y siempre me fío más de lo que me dicen los mayores de la zona que de lo que ponga en un mapa», continúa. 


En sus aventuras por la Montaña Palentina, García ha ido mejorando el don de la intuición. Caminar por valles y cumbres le ha hecho mejorar su orientación y aprender a dirigir sus pasos en función de las señales que indican la existencia de un chozo. Sestiles, fuentes y desdibujados senderos son los que, a veces, le permiten descubrir una nueva edificación y otras volverse a casa con la esperanza de encontrarla en más adelante.

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«Si hay algo que me emociona es ver cómo los chozos despiertanlos recuerdos de algunas personas. Como digo yo: si pudieran hablar...», concluye Verónica García que, de manera involuntaria, está rindiendo un gran homenaje a quienes dedicaron su vida a la ganadería.