Editorial

La inminente tregua de la pandemia obliga a tomar decisiones distintas

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La sexta ola de la pandemia se contrae al mismo ritmo al que se expandió. De nuevo, las predicciones de los científicos se cumplen a rajatabla. Advirtieron de que la variante Ómicron era mucho más contagiosa pero menos letal y así ha sido. Señalaron que atraería consigo picos de incidencia jamás vistos y así ha sido. Aseguraron que las incidencias bajarían con la misma intensidad con la que subieron, y así está siendo. Ahora, los hospitales, y de ello damos cuenta en nuestra edición de hoy, tienen más experiencia y medios para discriminar entre fallecidos por covid y fallecidos con covid.

El escenario que afronta España, y de forma muy particular sus 'zonas cero' de la pandemia -Burgos ha sido sin duda una de ellas al llegar a registrar las mayores incidencias del país en algunos momentos- es un nuevo mar de incógnitas en el modelo de gestión a seguir, por lo que parece recomendable atender a los análisis, que no predicciones, de los virólogos y científicos que han monitorizado esta crisis mundial desde hace ya dos años, cuando se registraron los primeros casos confirmados en nuestro país. Esta sexta ola, aseguran, será la última con índices de mortalidad tan altos que hagan de la covid una preocupación de salud pública más grave que una pandemia de gripe. El contagio masivo propiciado por Ómicron y la campaña de vacunación constituyen una barrera para los individuos más susceptibles de sufrir los efectos más duros de la enfermedad. A más, remachan, el virus muta para sobrevivir, por lo que su evolución natural atenuará su capacidad letal inicial.

El escenario es distinto y la reacción no puede ser la misma. Ahí abreva el debate sobre el fin del uso de la mascarilla en exteriores que ha dividido incluso a los médicos. Por supuesto, ni falta ni faltará el condimento político y su derivada bélica para sostener un fuego cruzado que ha propiciado momentos de auténtica vergüenza social. La pregunta, en definitiva, es qué hacer en las próximas semanas para afrontar un contexto sanitario muy distinto al actual. Los meses de 'respiro' que vendrán con la primavera y el verano deben ser dedicados a reforzar el sistema público de salud como nunca antes se ha hecho. Las consecuencias para la ciudadanía trascienden con mucho los efectos de la covid y están impactando en una deficiente atención que ha generado diagnósticos tardíos, cuando no inexistentes, en patologías muy graves. Todos los esfuerzos de las administraciones deben volcarse en suturar esa herida, dando así el primer paso hacia una mejora generalizada del sistema -recursos humanos y técnicos- que pase a ser definitiva y estructural. No hay excusas.