Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Astudillo, tradición artesana

20/01/2022

Las gentes de Astudillo siempre se han caracterizado por su iniciativa y su laboriosidad... Aún pervive en la villa la antigua técnica de la artesanía de la alfarería de los cacharros... Así puede leerse en la página 81 de Astudillo. Patrimonio natural y cultural, editado por el  Ayuntamiento. León Javier Sancho me comentó que, durante unos cuantos años, él enseñó a un grupo de personas que sentían esa misma vocación por un oficio digno de seguir adelante con las nuevas técnicas o peculiaridades que los artistas en este arte vienen aportando. Esos cursos los patrocinó el Ayuntamiento. Actualmente, en los Salesianos, se les ha cedido una sala donde se reúnen para continuar con esta artesanía popular y hermosa y les ha prestado uno de los dos tornos que posee. 
Me habla del Cántaro de Boda. 
Yo conocía la tradición por mi marido. Los suegros se lo regalaban a la futura hija, por eso era denominado, también, Cántaro de Novia. El botijo de la Pasión es famoso el de cinco asas. También el de Rosca. El baño vidriado, en el exterior, les da en la parte superior un tono dorado miel en contraste al color natural del barro en la inferior. 
La curiosidad me llevó a preguntar cómo se lograba y, amablemente, me lo explicó. Una vez seca la pieza, se  introducía en una vasija o recipiente en el que previamente estaba preparado el juaguete (mezcla de arcilla blanca con agua y alcohol de hoja).  Pregunté a León Javier cuándo nació su interés por el barro. Asistió en la UPP para aprender. Y lo hizo de veras porque a los pocos años, en 1987 ya participó en una feria en Baracaldo y otra en Palencia. No llegamos a concretar si fue a él o a Félix Moreno a quien el primo de mi marido, Melquiades Castaño, encargó los jarrillos para vino que regalamos a los invitados el día de nuestras bodas de plata, en Villasirga. 
El tiempo pasó raudo contándome algunas anécdotas que recordaba de tiempos pasados. En casa de Marcos de Celis, con quien tenía amistad su padre, subió por vez primera a un ascensor, tendría unos siete años. Y allí vio, también por primera vez, un gramófono. Yo le conté que al día siguiente de dar el pregón de fiestas fuimos a la residencia y conocí al bisabuelo del grandísimo campeón Óscar Husillos.