Megas que salvan sones del pasado

Almudena Álvarez (EFE)
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El catedrático Emilio Rey ha rescatado 1.200 canciones y romances del folclore palentino

Megas que salvan sones del pasado

El catedrático de Folclore del Conservatorio de Madrid Emilio Rey ha rescatado 1.200 canciones y romances del folclore palentino y la Fundación Joaquín Díaz los ha recogido en 244 megas que salvaguardan de forma digital la memoria colectiva de costumbres y ritos del pasado.

La exhaustiva recopilación que llevó a cabo Emilio Rey en la provincia durante los años 1989, 1990 y 1991, y que ha permanecido durante décadas en la biblioteca de su casa en Madrid, ha visto finalmente la luz en tres volúmenes que la Fundación Joaquín Díaz pone a disposición de todo el mundo en formato digital. Como explica a Efe el estudioso natural de Mave, el conjunto es el resultado de un largo trabajo de campo que le llevó a recorrer más de 200 pueblos de la provincia de Palencia, desde la Valdavia hasta Dueñas, desde Villalba de Guardo hasta Ampudia, en busca de tesoros sonoros entre vecinos, siempre mayores y casi siempre mujeres, que inicialmente recelaban de sus intenciones.

«¿No será usted de la radio o la tele o inspector de Hacienda?», le preguntaban. Y al final siempre aparecía alguien. «Nos metíamos en casa de una mujer y luego venían más vecinas». Y surgían cantos de boda, de ronda o religiosos, traídos de los tiempos en los que el folclore y la música tradicional «estaban vivos» y tenían su funcionalidad.

Megas que salvan sones del pasadoMegas que salvan sones del pasadoAclara este catedrático «sin máster», como le gusta decir para jugar con la ironía de cómo se mide la cultura hoy en día, que «el folclore no es una obra artística por sí misma, ya que antes existe una costumbre o una función y un contexto» que él ya no encontró cuando lo buscó hace treinta años.

«Llegué en la última etapa y tuve que acudir a la memoria de las personas, porque ya no se practicaba», afirma Emilio Rey, que se considera, como Miguel Manzano, que recopiló el folclore musical zamorano, «de los últimos de Filipinas acudiendo a la memoria y haciendo una especie de labor casi arqueológica». Afirma que aquel trabajo de campo, que tuvo como resultado 1.200 canciones y romances, le ha dejado imborrable el recuerdo de todas las personas que le cantaron aquellas letras, aun vivas en la memoria colectiva.

El recuerdo de su primera «informante», Daniela Ungido, de Polvorosa de Valdavia, que «con buena voz, oído y estilo cantó varias tonadas de valor tradicional indudable», le revive emociones. O el de Gabina Terceño, que le regaló la Ronda vengo a cantar recogida en Congosto de Valdavia cuando esta vecina tenía 64 años.

«Me cantó una ronda preciosa que habla de un mozo del pueblo que le cantaba a la prometida», recuerda. «Entonces iba con un magnetófono a pilas que se me escacharró grabándola a ella y tuve que irme a Santibáñez a comprar otro para terminar la grabación», relata emocionado. Para fijar otros nombres, como el de Fabriciano Heras, de Villasila de Valdavia, «un informante extraordinario» y uno de los pocos hombres a los que arrancó alguna tonada, tiene que acudir a sus papeles y «consultarse a sí mismo» porque el trabajo lo hizo hace tiempo.

 

Una labor de tres años. Durante tres años recogió más de 800 canciones y casi 400 romances que quedaron grabados en 70 cintas de casete y en cientos de documentos con transcripciones musicales y literarias, notas y compases, que ahora compilan tres volúmenes, dos de canciones y uno de romances, a razón de 1.167 páginas y 172 MB los dos primeros y 701 páginas y 72 MB el tercero, que además incluye 23 romances recopilados por el folclorista Carlos Porro transcritos con música y texto por Emilio Rey. También ha incluido una extensa parte teórica y técnica que incorpora otros trabajos previos al suyo, como el de Antonio Guzmán Ricis, autor del Himno de Palencia, con el orgullo de saber que «las mismas personas que le cantaron a él, me cantaron a mí».

«Fue una labor muy ardua», reconoce, porque tuvo que transcribir a mano el texto, recomponer todo el verso y ponerle la música, convirtiendo en partitura, con las grafías hechas a mano, lo que hasta entonces solo se había cantado de oído.

El resultado es un trabajo extraordinario por su alcance y significación, que estuvo a punto de entrar en la imprenta en varias ocasiones, y que ahora la Fundación Joaquín Díaz pone a disposición de musicólogos y especialistas con una edición digital que puede consultarse en cualquier parte del mundo. «Al principio pensé que sería mejor la edición en papel, pero ahora creo que es mejor la edición digital», señala Rey, porque son «verdaderos tochos» y porque la edición digital «tiene más difusión», zanja.