«Lo que más vida me ha dado ha sido la gente que he conocido»

Carmen Centeno
-

Su balance laboral y personal es muy satisfactorio, no solo por lo que ha hecho y lo mucho que ha dejado tras de sí, sino ante todo y sobre todo porque siempre ha procurado dar lo mejor que tiene y rodearse de compañeros y de amigos generosos

«Lo que más vida me ha dado ha sido la gente que he conocido» - Foto: Juan Mellado

Blanca Diez Escribano nació en 1954 en Villerías de Campos y sus primeros recuerdos de infancia van unidos a los juegos en unas calles llenas de barro y a unos progenitores que sabían guiar sus pasos. «Me gustaba  ir con mi padre a arreglar cosas y con mi madre a la carnicería y sobre todo a la panadería cuando hacía los dulces de Semana Santa». Esa afinidad con el lugar del nacimiento y la niñez estuvo presente en 2014, cuando la invitaron a dar el pregón de las fiestas. «Fue un honor para mí, y también una responsabilidad. Lo basé en los oficios que han desaparecido, en las tiendas y en el baile y, además, quise reconocer el trabajo de todas esas mujeres que, además de cuidar de la familia y de la casa, se ocupaban del ganado», rememora.

Las raíces nunca desaparecen; siguen manteniendo a Villerías en la memoria de Blanca Diez, con sus visitas a la casa familiar y con la restauración de numerosos enseres y herramientas de las que ya no se usan. Se ha comprado incluso un carro, que está remozando para que sea testigo de un tiempo pasado ante las nuevas generaciones. «Me gustaría poder hacer un museo etnográfico con todas esas piezas para que los jóvenes las vean y conozcan cómo se trabajaba, cómo se cocinaba, cómo se vivía hace décadas en el pueblo, pero no es un empeño sencillo de lograr», apostilla.

Hija de un agricultor y una ganadera, Blanca Diez aprendió a leer con tres años, de la mano de Amparo Nevado, y creció en conocimientos, capacidades y habilidades sociales con su querida maestra Ana María Gutiérrez. «Guardo muy buenos recuerdos de aquellos años. Íbamos a la escuela de niñas y me maravillaba ver cómo ella atendía a todas, a pesar de las distinas edades. Además, siempre intentaba sacar de nosotras lo mejor y se preocupaba por lo que nos pasaba», rememora. 

Es posible que aquella docente, entregada a su labor y poseedora de un buen ojo clínico, fuera el germen de la pasión de nuestra protagonista por el Magisterio. Lo que está claro es que fue quien animó a la familia para que la niña siguiera estudiando y quien preparó como nadie ese camino. «Quiero dar las gracias a mis padres por haberme inculcado las ganas y el amor al estudio y por ser receptivos y  hacer caso a mi maestra cuando les dijo que yo tenía posibilidades». La preparó para conseguir una beca del Estado, hizo el examen en el colegio Blas Sierra -el que luego iba a ser el centro de sus mejores desvelos-, lo aprobó, hizo otro de ingreso en las Filipenses y allí cursó todo el Bachillerato, desde primero hasta sexto. También de aquellos años de internado conserva magníficos recuerdos, gente con la que sigue manteniendo contacto y, sobre todo, unas grandes amigas de las que duran para siempre.

«Cada semana sacábamos un libro de la biblioteca del colegio, pero como a mí me gustaba mucho leer, enseguida lo acababa y me desesperaba tener que esperar unos días para conseguir uno nuevo, así que me convertí en la ayudante de la bibliotecaria y pude acceder a muchos más títulos». Es la confesión de una persona curiosa, con la mente abierta al mundo, que volaba lejos del colegio gracias a los libros ambientados en internados extranjeros, y que iba adquiriendo su propio criterio con aquellos que abordaban los valores. Más tarde llegarían los grandes nombres de la literatura y más adelante aquellos relacionados con su trabajo y los de autoayuda, sin olvidar las novelas y la historia.

*Más información en la edición impresa y en la app de Diario Palentino.