No podemos continuar con esta carga de energía mortecina deambulando por el planeta, como si todo fuese normal, cuando no lo es; sólo hay que ver la desesperación en muchas gentes, las lágrimas vertidas ante multitud de conflictos,  o las mismas situaciones de violencia que nos avasallan sin cesar. Pongamos alma en lugar de armas, pues la solución no se alcanza quitando vidas, cosechando sufrimientos, llenando nuestras miradas de injusticias y sinsabores. Mejor antes, tomemos respiro y abracemos el silencio, para hacer un repaso a la historia. Me niego a que caigamos en las mismas redes del odio y la venganza de siempre. 
La propuesta es dura, pero hay que entenderse y olvidarse de hacer uso de la inútil fuerza. Todos somos necesarios e imprescindibles. Dejemos de triturarnos unos a otros. Ya en su tiempo, las Naciones Unidas, que precisamente nacieron de la movilización para zanjar las controversias, repudiaron este afán inhumano destructor. A todos nos interesa, entonces, aplacar movimientos bárbaros. Es importante, sin duda, que prevalezca el espíritu de lo auténtico, frente a tanta falsedad difundida; la reacción ante la acción perversa, porque al fin, la primera víctima de la discordia es uno mismo, con su vuelo y su verdad.  
Por eso, el diálogo ha de tomar la delantera siempre. En lugar de agredirnos entre sí, intentemos agradarnos con la cultura solidaria del abrazo. Hay que desterrar cualquier acto de agresión que habite en las agendas políticas. Lo prioritario ha de ser la poética de la concordia. La situación de Ucrania como puente de entendimiento entre el este y el oeste, requiere de otros abecedarios menos envenenados, más justos y respetuosos con toda vida. Plantemos en valor los sentimientos del corazón, así como el lenguaje de la conciliación con gestos de comprensión, para activar los encuentros con la alegría de vivir. Pongámonos a trabajar por la paz, renunciemos a batallar con la presión de las amenazas y de las bombas, desistamos por completo de tomar la orientación de enfrentarnos, en vez de retarnos a tomar la adhesión armónica de auxiliarse y asistirse.