Antonio Álamo

Antonio Álamo


Márgenes

15/07/2021

Hay una vieja costumbre que todavía se conserva en diferentes ámbitos de la vida cotidiana y consiste en otorgar un margen de confianza a cualquier persona o colectivo. Se practica por un elemental sentido de la convivencia. Quien tenga cierta curiosidad por lo que le rodea a diario verá que tal hábito está más extendido de lo que parece y que se pueden encontrar ejemplos en todas las actividades. Uno de los mejores exponentes se halla en el mundo laboral y afecta a quienes se incorporan a una empresa o institución por primera vez. La norma no escrita, cuando se usa, contribuye a que el margen de tolerancia con las personas recién llegadas sea mayor, quizá porque quienes les rodean conocen perfectamente las dificultades que entraña enfrentarse a un mundo distinto y tal vez las padecieron antes.
También se aplica en otras circunstancias diferentes y suele llamar la atención cuando ese margen se concede en casos un tanto particulares, como ocurre cuando, por ejemplo, se abusa de la confianza depositada dando lugar a una situación incómoda o conflictiva. El resultado suele ser, por regla general, desagradable para ambas partes. Algo así debió pensar Cicerón, hace muchos siglos, para escribir las Catilinarias, cuatro piezas literarias cuyo contenido puede resultar útil, especialmente si se sustituye en el comienzo de la primera el nombre de Catilina por el de un personaje cualquiera, de una empresa o de una institución. O de un partido político.
Se da la circunstancia de que el Gobierno de la nación acaba de ser remodelado y en buena lógica debería gozar de cierto margen de confianza, del mismo que se le concede a todo el mundo. Pues no. Por lo pronto, desde el principal partido de la oposición se le achaca al nuevo equipo que no condene al régimen cubano, silenciando la entrañable amistad que unía a su fundador, Manuel Fraga, con los hermanos Castro, Fidel y Raúl. Contradicciones que tiene la política.
Los ciudadanos agradecerían a Gobierno y oposición una mayor preocupación por cosas tan triviales como la vacunación de los jóvenes, principales perjudicados y no solo por la pandemia sino también por el futuro que les espera, o la reforma de unas cuantas leyes. Recuperar la confianza cuesta mucho.