Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Aportación del populismo

29/11/2022

Cuando nos reuníamos el 15-M en la Fuente Dorada de Valladolid, no podíamos imaginar que este movimiento sin ideología, como dice el premio Príncipe de Asturias Zygmut Bauman, acabara en manos de Podemos, bajo el nuevo comunismo de Laclau inyectado aquí en España por el pequeño Errejón, verdadero ideólogo, coautor con el francés Laclau de uno de sus libros. Personaje más importante que Iglesias. 
El nuevo Podemos siguió caminando a la orden del hijo del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), acero forjado con dinero sudamericano. La democracia española incorporó en su seno, o en su populismo, el odio contra las élites y expertos, lo que llamaron 'casta'. Como dice el que fue ministro de Cultura con Zapatero, César Antonio Molina, la democracia abandonó a sus ciudadanos.
La socióloga marxista Eva Illauz ve que el populismo ha avanzado porque el mundo de las viejas clases trabajadoras se destruyó por las autollamadas 'élites progresistas', que desde el 80 aportaban minorías sexuales y étnicas para provocar violentas luchas culturales. Entonces a los ciudadanos alejados de ese pensamiento se les llamó homófobos, racistas y fascistas, toda cultura de argumentario. La social democracia que debía ser muro de contención de populismos de izquierdas no nos defendió seriamente, luego se comprueba en los derechos humanos: igualdad de género, libertad individual, servicios públicos, trabajo digno y, sobre todo, futuro. Al ciudadano se le priva de sus atributos como escribió Robert Mussil en una obra espeluznante que leí en 1968 escrita 40 años antes. Y que adorando a Niestzche, Kafka, Dostoyevski… preludió la segunda guerra mundial. Se deja al hombre sin riqueza, atributos y cualidades, sin las certidumbres del derecho romano, que explican el progreso de los Okupas; pilares de solidez del sistema, lo que deja al ciudadano, como dice Norberto Bobio, a su incertidumbre. La muerte civil es la destrucción irreversible de nuestras condiciones de vida y lleva como callejón sin salida a violencia sistémica, al suicidio por frustración, lo que pedía Laclau.
Hemos caído donde el gobierno quería. ¿Y ahora qué?