Peripecias de pastores: Geli, Curro y los Figuras

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

Peripecias de pastores: Geli, Curro y los Figuras

En Esguevillas de Esgueva, Arturo Dueñas, propietario de un rebaño de ovejas, se quedó sin pastor y se puso en contacto con Ángel Yagüe, Geli, para proponerle que se hiciera cargo de las ovejas. Geli era agricultor, no pastor, pero procedía de una familia de pastores (su padre, su hermano y más familiares lo eran). Aceptó, pero al poco tiempo un acontecimiento estuvo a punto de hacerle abandonar su nuevo cometido. 


Un día de fuerte lluvia, el agua caída en una tierra de barbecho provocó que el barro impregnara las amapolas que allí habían florecido. La tierra baldía del barbecho, sin cultivo alguno que amortiguara el agua de la lluvia, favoreció que el barro saltara sobre las flores rojas, así mismo propiciadas por la ausencia de cualquier otro cultivo. El caso es que Geli permitió que las ovejas pastaran allí y junto con las amapolas ingirieran el barro que las cubría, muriendo reventadas del cólico que las provocó tal ingesta. 


Llevaron las ovejas muertas al matadero para vender su carne. Se las admitieron gracias a la amistad que Arturo Dueña tenía con el cortador del matadero, pero aún así pagándole un precio mucho más bajo que si las llevan sanas.

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Geli, asumiendo la culpa de haber dejado pastar a las ovejas en ese lugar y en esas circunstancias, fruto de la inexperiencia, renunció a su trabajo y expresó su deseo de no volver a dedicarse al pastoreo. Pero Arturo Dueñas le dijo que de todas las experiencias se aprende y que a partir de ese momento sería mucho mejor pastor. Convenció a Geli, que continuó con el rebaño, convirtiéndose en un gran pastor. Con posterioridad tuvo su propio rebaño, junto con su hermano Emiliano, siendo el último profesional del pastoreo de Esguevillas, pues tras su jubilación ya no ha hubo más. 


No fue la única desgracia que sufrió Arturo Dueñas en sus ovejas, relacionadas con la lluvia. Tenía una tenada en la que si entraba agua no tenía salida, por lo que cuando llovía mucho se inundaba. Por ello, en más de una ocasión sus animales murieron ahogados.


CURRO.

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También de tradición familiar le viene el oficio a Curro, apodo de Julio García Calzón, que pastorea en Valoria la Buena y es de los pocos pastores que salen con burro, que a él le resulta imprescindible para llevar el agua, la comida, ropa, botas…, y para cargar con alguna oveja lesionada y sobre todo con los lechazos recién paridos en el campo. De hecho, en una ocasión se quedó sin agua y sin merienda por la estampida del burro al acometerle una piara de jabalíes. En otra, el burro se cayó a un cauce y le costó muchísimo sacarle, tirando del rabo del pollino. También él ha acabado alguna vez en el arroyo.


Otras peripecias que ha vivido Curro son haberse visto obligado a defenderse con una manta del ataque de un avispero. En una ocasión le picó la temida avispa asiática y tuvo una mano muy inflamada. También tábanos atacando a sus ovejas, lo que le obligó a resguardarlas como pudo con mantas.


Recibió en el campo la visita de unos amigos y se subió a un manzano a coger fruta, con tan mala fortuna de caer del árbol a unas zarzas, quedándose enredado en ellas. Sus amigos tuvieron que ir al pueblo a por tijeras de podar, para poder liberarlo.


Estas peripecias le vienen de familia. Su padre, Daniel García Moreno, pastor desde muy joven, estando con las ovejas fue arrastrado por un desprendimiento de tierras en la ribera del Pisuerga, cayendo al río. Era a principio del año 1948 y el río presentaba una crecida espectacular y una corriente fortísima. Un anciano pescador (Victoriano Peláez Pérez, de 80 años) le oyó y acudió raudo a salvarle, sin pensar en su propia seguridad, logrando rescatarle de una muerte segura pues el chaval se encontraba ya inerte. Este hecho motivó que el Ayuntamiento de Valoria rindiera un homenaje a Victoriano Peláez y le concediera una gratificación de 100 pts.


LOS LECHAZOS DE los FIGURAS Y EL PAN DEL OTRO. Otra fuente de ingresos procedente de la actividad ganadera lanar es la venta de lechazos. A eso se dedicaba, también en Valoria, la familia conocida como Figuras. Vicente de la Fuente solía ir con su padre a llevar lechazos al matadero de Valladolid. Salían de Valoria a las 5 de la mañana en un carro tirado por un burro, y en una ocasión el traqueteo del carro hizo que se cayeran dos lechazos. Al llegar al matadero se dieron cuenta y se llevaron un gran disgusto, pues dos lechazos suponían mucho dinero. Pero poco después llegó el coche de línea Valoria-Valladolid con los dos lechazos: los habían encontrado en la carretera y sabían que eran de los Figuras porque llevaban como distintivo una marca tintada en la oreja, por lo que los recogieron y se los acercaron al matadero. Vicente, al verlos, exclamó «¡padre, padre, mira, nuestros lechazos!».


Si se pregunta por un pastor en Castrillo de Onielo, irremediablemente sale el nombre de Eustaquio Curiel. No en vano ejerció el oficio desde los 6 años, saliendo a pastorear con su abuelo. A los 11 años ya había ganado dinero vendiendo una oveja de su padre por cinco duros a un señor de Valdeolmillos.


Eustaquio contaba con entusiasmo un chascarrillo que él mismo ubicaba en su pueblo: habían salido a pastorear dos pastores, uno en cada cerro, y tenían que juntarse para comer. El encargado de preparar ese día la comida le preguntó al otro, a gritos para que le oyera desde el otro cerro, «¿de qué pan echo, del tuyo o del mío?» Y el otro le respondió «échalo del tuyo, que desde aquí no se te entiende».