Oficios con retranca en Valoria la Buena

Fernando Pastor
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/ Cerrato insólito

Oficios con retranca en Valoria la Buena

Valoria la Buena es una de las localidades cerrateñas con más fuste, por lo que siempre ha contado con variadas ocupaciones que han arrojado las más variopintas situaciones. 

Cuando al señor Luciano le preguntaban qué oficio tenía respondía «albardero, para servirle a usted». Fina manera de llamarle burro al preguntón, habida cuenta de que dicho oficio consistía en hacer aparejos para los pollinos.

Su nieto tomó ejemplo de su abuelo en cuanto a respuestas sarcásticas. Proclamaba que él trabajaba en cueros. Era guarnicionero.

Oficios con retranca en Valoria la BuenaOficios con retranca en Valoria la BuenaValentín Jimeno, aunque nacido en Torre de Esgueva, puso tienda en Valoria. Llevaba a rajatabla cerrar todos los días a las 8 de la tarde en punto y encaminarse a la bodega a cenar unas patatas (tenía allí una lagareta llena de ellas) con las rapas del bacalao que le sobraba sin vender en la tienda. Tan mimético comportamiento diario le convirtió en reloj humano: solamente con verlo los vecinos sabían que eran las 8 de la tarde. Incluso se popularizó la expresión «Valentín va a la bodega» como sinónima y sustituta de «ya son las 8». Tan popular se hizo que cuando él escuchaba decir «Valentín va a la bodega», replicaba «Valentín va donde quiere». 

En una ocasión se le olvidó la llave de la bodega y los vecinos ampliaron la frase de forma jocosa: se empezó a decir «Valentín va a la bodega y no lleva llave», que sobre todo los niños le restregaban. La frase se fue ampliando y se comenzó a decir «Valentín va a la bodega y no lleva llave porque se la deja». 

Todo ello propició que de frase pasase a apodo. Se le empezó a llamar «Valentín Vala» (de va a la bodega). Quien desconocía el motivo lo interpretaba con be en vez de uve, por lo que Valentín cogió fama de ser muy rápido, como una bala.

Hubo varios coches de viajeros. Uno lo tenía Celestino, un Chrysler al que le quitaba los asientos y los sustituía por banquetas para que cupieran más viajeros. 

En una ocasión cuando se disponía a regresar de Cubillas, donde había llevado a unos chicos a las fiestas, se encontró con el coche volcado en un corral. 

Cuando a Celestino le contrataban para algún viaje solía decir «yo os llevo, pero luego no me vengáis con pijadas, eh». Era porque otro coche de viajeros lo tenía Félix, al que llamaban el tío Pijadas.

Para apodos, Valentín, el panadero, que puso él mismo apodos a todos sus hijos.

Tampoco faltaban en Valoria tratantes de ganado, como una familia a la que una inundación a punto estuvo de costarle la vida a uno de sus miembros, al que llamaban Cagancho, pero en última instancia lograron salvarle. Esta familia tenía ramificaciones en Marchena (Sevilla), dedicados allí a ir por las casas comprando pelo de las mujeres que se lo cortaban, para después ellos venderlo en Barcelona a una empresa que lo utilizaba en la fabricación de muñecas con pelo natural. 

También había un hospital para atender tanto a enfermos del pueblo como a transeúntes. Se financiaba con las rentas de unas tierras y rebaños de ovejas que tenía la cofradía del Dulce Nombre de Jesús, rentas cuya finalidad expresa era «comprar mantas para el Santo Hospital». Este hospital fue decayendo hasta ser cerrado y vendido su edificio, que luego sería sede de la botica de Rafael Arenal, experto en fórmulas magistrales que elaboraba en la propia botica.

COMERCIO CARBAJAL. Los hermanos Luis y David Carbajal, procedentes de Zamora, se instalaron en Valoria la Buena en 1898, creando un comercio de tejidos, aperos, herramientas… Alimentación al principio no, pues las familias producían alimentos para su consumo. La siguiente generación (Concepción Carbajal y su marido Ramón Pelaéz) ya introdujo alimentación, droguería, etc. A ellos les sucedieron sus hijos, Ramón y David.

También hicieron venta ambulante, yendo por los pueblos de alrededor una vez a la semana, primero con un carro y luego con una furgoneta equipada con estanterías inclinadas para evitar que con los baches se cayera la mercancía, así como cajas para facilitar la carga y descarga.

Su prestigio y profesionalidad provocaron que en la comarca fuese conocido como La formalidad, y que todas las marcas comerciales procuraran ponerse en contacto con ellos para introducirse: que este comercio vendiera sus productos como representación. De esa forma vendieron de todo: incluso teléfonos móviles, motos, seguros, servicios bancarios… y hasta coches, aunque no lograron vender ninguno.

Conservó el mostrador de madera que trajeron de Zamora, así como la costumbre de exponer colgados del techo algunos de los productos, haciéndose acreedores de varios premios concedidos por la decoración y la exposición de productos por marcas comerciales.

Sirvió también como aprendizaje: los sobrinos aprendieron para poner sus negocios en otras localidades.

En el año 2004 cerró definitivamente sus puertas.