"La maldad no tiene género"

JOSÉ CARLOS RODRÍGUEZ (EFE)
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La escritora Reyes Monforte firma 'Postales del Este', una novela con la que pretende que no se olvide todo lo que ocurrió realmente en el terrorífico campo de concentración de Auschwitz

"La maldad no tiene género" - Foto: ZIPI

La escritora Reyes Monforte traslada al lector a las profundidades del campo de concentración de Auschwitz con su nueva novela, Postales del Este (Planeta), con la que pretende que «no se olvide» todo lo que allí ocurrió: «Auschwitz es un museo de la condición humana».

La autora de Un burka por amor dice que lleva «toda la vida documentándose» sobre el Holocausto nazi, un tema que siempre le atrajo, por lo que decidió lanzarse a contar, cuando se cumplen 75 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, la historia de una prisionera francesa en el campo de concentración y de una sanguinaria jefa de campo, apodada como La bestia de Auschwitz.

El bien y el mal, la víctima y el verdugo. En este libro se encuentra esa «eterna contradicción» personificada en dos mujeres: por un lado, Ella, el único personaje ficticio de una novela «coral», una prisionera que, como su nombre indica, representa a todas las féminas que pasaron por el campo; y, por otro, la figura de María Mandel, personaje real que representa «la crueldad y la falta de humanidad».

«En Auschwitz sucedió todo lo bueno y lo malo que puede hacer un ser humano. Por eso es una fotografía de la condición humana», afirma la madrileña, de 45 años, que asegura que con su novela quiere «remarcar los dos polos opuestos» y demostrar que «la maldad no tiene género».

«Conocemos personajes históricos como Adolf Hitler, Josef Mengele, Heinrich Himmler o Joseph Goebbels, pero existieron mujeres igual de malvadas o incluso más en las SS», asegura la escritora, que opina que las mujeres en la Historia del Holocausto «siempre aparecen como víctimas o como esposas de generales nazis», y no suelen conocerse personajes como María Mandel, una mujer que «nunca tuvo mala conciencia».

Monforte se pregunta cómo una persona que pudo no sentir ni un ápice de piedad o remordimiento cuando se dedicaba a «lanzar niños recién nacidos contra una pared o ahogarlos en un cubo de agua», podía, sin embargo, emocionarse hasta el llanto al escuchar Madame Butterfly, la ópera de Puccini, o tantas otras de Schumman o Schubert.

«Es la pregunta del millón», afirma la literata, que ve en el personaje de Mandel «una mochila de emociones muy dispares» a las que no encuentra una explicación coherente porque, como ella misma afirma, «tuvo una infancia feliz, sin problemas», y cuando fue juzgada en Cracovia «declaró ser una persona normal, que actuó como actuó abocada a unas circunstancias excepcionales».

Según Monforte, se le olvidó decir en el juicio «que disfrutaba observando los horribles experimentos de Menguele o las violaciones que ella misma realizaba a las mujeres», algo por lo que nunca pidió perdón, ni siquiera antes de ser sentenciada a muerte en 1948.

Sin embargo, pese al horror perpetrado por este personaje y otros tantos reales que aparecen en la novela, destaca la bondad y la luz de Ella, la verdadera protagonista de Postales del Este, que llega a Auschwitz en 1943.

«Los presos, ante el temor de ser asesinados, enterraron en el suelo del campo postales, fotografías, objetos personales y mensajes. Los nazis querían borrar toda huella de sus vidas y ellos resistieron, en secreto, dejando ese rastro», explica la autora, que asegura que en estas cartas y postales se encuentra el corazón de la novela, ya que las palabras se convierten «en refugio» y tienen un poder «liberador y curativo».

Bloque Kanada

Y es que el personaje de Ella, al poco tiempo de entrar en Auschwitz, empieza a trabajar en el Bloque Kanada, donde encuentra numerosas postales y fotografías en los equipajes de los deportados y decide entonces escribir sus historias para que nadie olvide quiénes fueron.

«La novela es un homenaje no solo a la memoria, sino también al recuerdo y a la identidad», asegura Monforte, que opina que cada una de las personas que pasaron por allí «merecen un relato propio» e incluso algunas, como Gisella Pearl, una ginecóloga judía que tuvo que realizar más de mil abortos a sus compañeras en el campo para salvarlas de las torturas nazis, «merecen una novela propia».

«Nos creemos muchas veces que ya lo sabemos todo de Auschwitz, que nos lo han dicho todo, que nos lo han contado todo y que lo hemos leído todo, pero cuando te adentras te das cuenta que no y que tampoco han cambiado tanto algunas nociones en la sociedad. Tampoco han cambiado tanto el odio, la maldad, al menos en esencia», explica la autora, que finaliza con una reflexión:«Esos dejes de odio, racismo, intolerancia... Eso sigue en la sociedad y yo creo que deberíamos sacar muchas lecciones de toda esta etapa porque, como dijo Primo Levi, ocurrió y puede volver a ocurrir».