Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Marlaska y el Sindeticón

25/10/2022

En 1930 sacaron el pegamento Sindeticón. Fue tal el éxito que se ideó un chotis con su nombre. Los escolares abandonaban la cola arábiga de enorme tarro de cristal con tapón pincel, difícil de llevar en el estuche y el engrudo, la pasta de harina y agua que pegaba cromos, o santos en los deberes. El nuevo pegamento era la mejor unión y así debe estar Marlaska pegado a su asiento de ministro. Un magistrado y juez devenido ministro de interior no puede hacer ilegalidades. Sería suficiente para pedir la oposición su dimisión a gritos por las calles.
La prensa ha destacado que Marlaska devolvió 470 migrantes de forma ilegal, según señala el Defensor del Pueblo. Un cargo bendecido desde el gobierno.
Si eran ilegales hicieron bien en devolverlos, naturalmente, pero se debió seguir los protocolos legales. Un juez llegado a Ministro debe ser escrupuloso en sus actuaciones. ¿Cómo reparará los daños causados a las víctimas hasta la retroacción del procedimiento? Esto solo es la primera, que como en las sevillanas, ahora viene la segunda.
Ahora se sabe, ya no solo se sospecha, que Marlaska quiere que los etarras pasen la Navidad en casa. Yo no me opongo a los indultos, concienzudamente estudiados. Se pueden usar si media arrepentimiento, pero aquí lo que se impone es la voluntad de ETA como parte del gobierno, sin comprobar la pretendida aportación de paz por ese plan político. ¿Quién asegura que tras el bien llegado cambio político no van a rearmarse los etarras y continuar matando? Y ya que a Marlaska le importamos un pepino los españoles, ¿cómo se pueden resarcir las víctimas del daño causado? 
Estas dos actuaciones sociales, tomadas sin tener en cuenta a las víctimas ¿no son suficientes como para solicitar la dimisión de un juez y ministro pegado con Sindeticón a su silla ministril? Demuestra que tiene razón el periodista José A. Vara al describirle como «falso, alto y muy cortito». Deben echarle para que siga estudiando en Santoña la muerte de Rafael Escobedo. Pasará a la historia, como dice su autobiografía: «sin pena ni miedo».
Terminadas las sevillanas sigamos con los chotis pegados por Sindeticón.