Editorial

El fuego acaba con 30 años de exitosa aventura empresarial

Diario Palentino
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Es reconfortante comprobar que hay unidad y coincidencia en casos como este y que se impone esa lógica de toda la vida que es echar una mano a quien ha perdido su bien más preciado y lo está pasando mal.

La actualidad en Dueñas y, por extensión, en toda la provincia la protagonizó ayer un siniestro de grandes dimensiones y gravísimas consecuencias, que dio al traste con la actividad empresarial de la firma de agroalimentación Cascajares, con sus planes de ampliación y con la seguridad laboral de su plantilla. El fuego, originado en un motor,  calcinó las instalaciones fabriles y administrativas de la mercantil y conmocionó a la dirección, a su equipo, a los trabajadores -setenta y dos que, con los indirectos, llegan al centenar- y a los vecinos de la localidad eldanense. Horas después, esa conmoción inicial y una pesada atmósfera de tristeza y desolación se habían extendido como el humo del incendio entre los palentinos y los castellanos y leoneses. 

Las instituciones públicas salieron de inmediato a la palestra, empezando por el Ayuntamiento y acabando por el Gobierno de la nación, pasando por la Diputación y la Junta de Castilla y León. También lo hicieron el Consejo Autonómico de Cámaras de Comercio, CEOE Empresas Palencia, Empresa Familiar de Castilla y León y los sindicatos UGT y CCOO. Todos ellos en una especie de frente solidario común, en apoyo de la empresa siniestrada. El Gobierno de Fernández Mañueco anunció, de inmediato, un plan de contingencia con cuatro consejerías implicadas para garantizar la seguridad de la mercantil y sus trabajadores, en base a medidas que coordinará con el Ejecutivo de Sánchez, cuya delegada en Castilla y León contactó con el empresario para garantizar esa ayuda del Ministerio de Industria. Y tanto la administración local como la provincial aseguraron el apoyo incondicional a las iniciativas tendentes a reflotar Cascajares.

Es reconfortante comprobar que hay unidad y coincidencia en casos como este y que se impone esa lógica de toda la vida que es echar una mano a quien ha perdido su bien más preciado y lo está pasando mal. Veremos en qué se concretan las promesas avanzadas ayer, pero seguro que Alfonso Jiménez y su equipo no van a sentirse abandonados en ningún momento. También reconforta esa fuerza de ánimo con la que el empresario encaraba ayer el futuro, tras el mazazo de haber perdido el fruto de tres décadas de trabajo, de crecimiento, de innovación y de internacionalización. Bien merece  un esfuerzo conjunto, por encima de siglas y de intereses políticos, que le ayude a reflotar lo que empezó como un sueño en 1994 a partir de una granja campera de capones criados en semilibertad y ha acabado siendo un verdadero referente de la industria agroalimentaria de Palencia y de Castilla y León. Una facturación anual cercana a los diez millones de euros, numerosos reconocimientos empresariales e institucionales, exportaciones a Europa, Latinoamérica y Japón, además de una extensión en Canadá y una importante dimensión social avalan a esta firma, que saltó a la fama cuando sirvió sus capones en la boda de Don Felipe y Doña Letizia.