Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Jueves Santo

14/04/2022

Celebramos la Semana Santa. Recordamos con fe y emoción los acontecimientos que dieron lugar a la muerte de Cristo en la cruz, el Hijo de Dios hecho Hombre. Creer en lo que no vimos es un  don gratuito. Un regalo de Dios al hombre. Difícil tener fe, si los avances científicos llevan a pensar que no existe nada superior a nuestra inteligencia. Nos creemos pequeños dioses con cada descubrimiento y creando vida en el laboratorio. Se les coloca la etiqueta de esperanza, puesto que se logra con ellos -así se nos dice- la curación de futuras enfermedades. A  pesar de todo, nunca el hombre se encontró más solo. 
Cada uno a lo suyo. Con la venda de «no tengo tiempo», acallamos nuestra conciencia. Nos comunicamos por Internet  e ignoramos a los que están cerca de nosotros. Miles de personas observarán este año las procesiones. Después de haber sufrido, por la covid, tiempo de separaciones y miedo a salir para evitar contagios. No las echaremos de menos; llega el tiempo de encuentros en familia y con los amigos; tan necesario, como era antes. Unos, llenarán sus ojos con la belleza plástica del desfile, otros, quizá, dejen que los recuerdos afloren desde el fondo de su alma y vuelvan a revivir el tiempo niño agarrados  a la mano de la persona amada que, en silencio y recogimiento, a su lado, rezaba mientras los cofrades y los pasos llenaban la calle.
Semana Santa, tiempo de Amor, de Esperanza, de Fe. Que en estos días de descanso merecido, tengamos, además, un minuto de reflexión para quienes ya no están con nosotros pero nos dejaron su fe, la misma que muchos hicimos nuestra y nos ayuda a caminar en calma, esperanzados de que al final de nuestras vidas habrá llegado ese momento de reencontrarnos con ellos. Puede sonar a cuento porque ya dejó escrito León Felipe en un delicioso poema, que «al hombre lo duermen con cuentos». Sinceramente, prefiero la fe del cristiano para dejar este mundo. Porque morir en paz es algo necesario. Vi morir a mi padre, creyente, más tarde, a mi madre con su rosario, ahora mío, entre sus manos. Heliodoro Gallego dejó al aire de la catedral un magnífico pregón: vibrante, pleno de palentinismo, distinto. Con su palabra iniciamos dos recorridos: personal y compartido. Inolvidable. Feliz Semana Santa a todos.