«Tenemos que pedir perdón y ayudar a las víctimas de abusos»

Jesús Hoyos
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«La homosexualidad es una realidad y yo no soy juez para tirar la piedra a nadie y decir que es un pecado», comenta el obispo de Palencia. Con la pandemia, opina, «algunos se han abierto a Dios para ver la situación desde la fe y madurar»

«Los sacerdotes somos felices y lo llevamos con alegría porque es un servicio a los demás en el nombre del Señor», comenta Herrero. En la foto, en la Capilla del obispado. - Foto: Juan Mellado

El obispo de Palencia, Manuel Herrero, presentó el 3 de enero al Papa Francisco su renuncia al ejercicio del ministerio episcopal, pero seguirá en el cargo que ocupa desde 2016 hasta que se designe uno nuevo en la diócesis palentina.

Herrero charla con Diario Palentino acerca de su etapa en la provincia, analiza los problemas a los que se enfrenta la Iglesia y comenta cuestiones de actualidad que se tratan en el seno de la institución, como los abusos a menores o el sacerdocio femenino.

Tras cumplir los 75 años, tal como dicen las leyes de la iglesia, renunció a su cargo. ¿Qué balance hace de estos seis años?

No soy el más adecuado para hacerlo porque nadie es juez en causa propia. Lo que puedo decir es que he intentado servir a la comunidad, con la ayuda de Dios y de los buenos colaboradores que he tenido aquí. El último balance lo hace Dios. Los hombres incluso nos quedamos cortos. A veces, no vemos más que lo exterior y no lo interior. En cambio, Dios ve el corazón.

A nivel personal, ¿cómo le ha afectado ser obispo?

Toda experiencia y todo ministerio es positivo porque ayuda a madurar a la persona. No solamente desde el punto de vista humano, sino también religioso, de la fe.

¿Por qué ha decidido quedarse en Palencia hasta que se nombre a su sucesor?

Uno presenta la renuncia. Otra cosa es que te la acepten y después que venga el sucesor. Yo la envié el 3 de enero y todavía no ha llegado la contestación. Como Tacatún, yo sigo.

¿Cómo afronta la nueva etapa una vez que ceda el testigo?

Con buen ánimo. La vida va cumpliendo etapas y poco a poco uno va madurando, con ilusión y esperanza y lo que la cuerda dure.

¿Sabe quién podría sustituirle?

No.

¿Qué hace un obispo cuando llega su jubilación?

Depende de la causa. Hay dos posibles: por la edad y por enfermedad o situación particular. Que un obispo se jubile no quiere decir que deje de serlo ni de pertenecer a la diócesis en la que ha servido. Donde esté, puede confesar, puede llevar una parroquia, colaborar en monasterios de religiosas, orar, escribir libros si tiene esa facultad, dar ejercicios, etc.

¿Y cuál es su idea?

La vida me lo irá diciendo. Primero tengo que pensar dónde iré y qué posibilidades tengo. Veré al obispo y le diré que tengo fuerzas y luces para colaborar en algo y ponerme a su disposición. 

En su caso, ¿volverá a Cantabria?

No me disgustaría. Tengo allí la familia y, quieras o no, eso tira. Parte de mi vida he estado allí. También podría estar cerca de una comunidad de agustinos. No lo he decidido.

Pasó 11 días ingresado por covid al inicio de la pandemia

Sí. Estoy bien, no he vuelto a contagiarme y ni falta que hace.

¿Cree que el covid ha afectado a cómo los creyentes afrontan su fe?

Sí, de muchas maneras. En primer lugar, respecto a la participación. Muchos no han estado por miedo en la celebración central, que es la eucaristía dominical. También ha impedido muchas actividades normales como la catequesis, reuniones de grupo, sesiones de reflexión cristiana...

A otros les ha ayudado al palpar la fragilidad y la limitación humana. Nos creemos que nos vamos a comer la Luna, pero está lejos y dura. Se han visto un poco abiertos a Dios, cada uno de una manera. Unos para maldecir a Dios como si tuviera culpa, pero los virus son un proceso natural; y otros para ver la situación desde la fe y madurar. A veces nos comíamos el mundo o creíamos que lo íbamos a hacer y resulta que somos frágiles y limitados. Necesitamos de los otros, comenzando por Dios y también por la familia y todo el personal sanitario. No somos autosuficientes.

Por otro lado, la pandemia ha posibilitado nuevas formas de participación con las nuevas tecnologías para la gente de la provincia a través de directos y vídeos que quedan en YouTube. Aunque también es hacer de la necesidad virtud porque lo ideal son los encuentros directos, más personales y fraternos.

La Santa Sede ha reiterado en varias ocasiones su posición favorable a las vacunas

La mía es la misma. Yo estoy vacunado con las tres dosis y si hay que hacerlo más veces también estoy dispuesto. Me parece que es comprometernos con la vida personal y con las de los demás. Es una forma de vivir el quinto mandamiento, que no consiste solo en no matar, sino también en luchar y comprometerse con la vida personal y colectiva.

¿En qué situación deja la diócesis de Palencia como institución tras estos seis años?

La diócesis sigue porque no acaba con el obispo. La Iglesia es una familia y, aunque al frente esté una persona concreta, el hecho de que venga otra no significa que deje de serlo. Aquí quedan organizaciones, un estilo más colegial, más sinodal.

Algo que me preocupa son las vocaciones. En eso estamos luchando y rogando, porque a Dios rogando y con el mazo dando. Es algo complejo. Ha bajado la natalidad, muchos jóvenes buscan salidas fuera y las familias cristianas no se proponen a las comunidades como si el ser sacerdote fuera una merma del ser humano y fuéramos infelices. Todo lo contrario. Los sacerdotes lo somos y lo llevamos con alegría porque es un servicio a los demás en el nombre del Señor.

¿Cómo puede la Iglesia paliar la escasez de seminaristas?

Primero con la oración. Tenemos que rogar porque las vocaciones vienen de Dios. Él llama y siembra en el corazón del hombre la inquietud por servir y entregarse a Él. Desde nuestro punto de vista, estamos fomentando el compromiso de laicos y laicas en el servicio de las comunidades, lo que se llama Animadores de la Palabra. Ayudan a los párrocos donde no llegan ellos, a que el pueblo de Dios se reúna, escuche la palabra y reciba la comunión. Otro punto que luchamos desde hace tiempo es la formación de diáconos permanentes, que tienen un ministerio y un lugar en la Iglesia.

La edad media de los sacerdotes es muy elevada

A los 75 todos los sacerdotes presentan la renuncia al obispo. El diácono ve cómo está su salud, su ánimo y sus fuerzas. Aquí hay que coger mucho el coche para ir a los pueblos. Hay que revisar el carnet porque puede ser un peligro para él y para los demás. Se mira el conjunto de la situación.

¿A qué otros problemas se enfrenta la Iglesia?

Los abusos a menores están ahí, por ejemplo. También en lo referente a la transmisión de la fe. Es un gran problema y asignatura permanentemente pendiente.

Ya que habla de asignaturas. ¿Cuál es la aceptación en los colegios de la provincia de las enseñanzas en religión?

Muy buena; religión es la opción mayoritariamente elegida por los padres. En torno al 75% lo pide en la educación pública y el 98% en la concertada.

Dar más responsabilidades a la mujer sería una forma de acercar más la Iglesia a la sociedad

En la Iglesia eso se discute desde hace años viendo las posibilidades. Dar más responsabilidades a la mujer, sí. Por descontado. Aquí las tenemos. La secretaria general del obispado, la gerente de economía y la coordinadora del proceso sinodal son mujeres. En lo referente al sacerdocio, primero entran los teólogos para ver si eso responde a la auténtica tradición cristiana. El Papa mandó hacerlo a una comisión, igual que se estudia sobre el diaconado para las mujeres. No me extraña que se vaya avanzando en este sentido. Hay que responder sabiendo que ser sacerdote no es una cuestión de poder sino de servicio. Y hay muchas formas de servir en la Iglesia. Todos estamos llamados a ello.

¿Estaría a favor de que las mujeres pudieran oficiar misa?

Si la Iglesia universal lo admite y se sienten llamadas y responden a la vocación de Dios, no tendría ningún problema. Un seminarista no llega a sacerdote porque él quiera sino porque la Iglesia le pide ese servicio si ve que está formado.

En lo referente al patrimonio de la diócesis, ¿cómo valora la situación actual con proyectos como Campos del Renacimiento, Edades del Hombre o el VII Centenario de la catedral?

Tenemos una gran historia y patrimonio artístico y documental. Un gran patrimonio que lo hemos recibido y se ha mantenido con trabajo, esfuerzo, con ayuda de comunidades parroquiales, ayuntamientos, Diputación, Junta y Estado. Una iniciativa son los Campos del Renacimiento, por ejemplo. Tenemos otra sobre el Románico Norte y una idea sobre crear una entidad que guarde y se preocupe por todo el patrimonio de la diócesis. También tenemos talleres de restauración y conservación para entregar las obras a las próximas generaciones, uno fijo en el obispado y otro en convenio con la Diputación.

¿Cuál ha sido la acogida e interés de la sociedad en el patrimonio diocesano durante su etapa?

Está sobre todo en los pueblos. En la ciudad se nota menos. Para el clero tiene un valor, no solo económico, sino artístico y como testimonio de la fe de quienes nos precedieron.

Y el patrimonio no solamente es el monumental y los Bienes de Interés Cultural (BIC). También lo son ermitas o cementerios.

Aludía antes a los abusos. La Iglesia española está dividida. El discurso oficial de la Conferencia Episcopal es una postura más defensiva pero arzobispos como el de Madrid han defendido que el silenciamiento no es la solución, mostrándose a favor de comisiones que investiguen el asunto

Todas las diócesis estamos a favor de comisiones de investigación. Primero, en el interior de la propia Iglesia. Aquí hay una oficina para atender esos casos, recibir denuncias y hacer seguimiento y acompañamiento a las víctimas. No es que la Iglesia en España esté en contra de las investigaciones. Sí estamos en contra de que de esto se haga una causa general contra la Iglesia. La inmensa mayoría son personas buenas que desempeñan su servicio con honradez, que no han abusado de nadie y viven su vocación con fidelidad. Que lo investigue la sociedad me parece bien, pero creo que el Parlamento debería dedicarse a hacer las leyes. La Iglesia está investigando, las Fiscalías también.

No me opondría a comisiones neutrales que analizaran lo de la Iglesia, pero también en toda la sociedad. No solo se han dado casos lamentables y condenables en la Iglesia, sino en otros campos y grupos sociales. No quiero echar balones fuera, pero hay que tener una visión general. La Iglesia no puede ser el macho cabrío donde echemos todas las pestes. Por justicia hay que dar a cada uno lo suyo. Tenemos que aceptar que ha habido casos, pedir perdón, ayudar a las víctimas y acompañarlas.

La Iglesia ha reconocido 19 errores en las inmatriculaciones en Palencia y se abre a devolver esos inmuebles. ¿Cómo va a obrar la diócesis?

Conforme a la ley. Esos 19 son errores registrales y se pueden corregir. Por ejemplo, si hay duplicidades, se depura, pero no se pone en duda de quién es. Dos eran duplicados, en cuatro faltaba documentación -que se aporta y se aclara-, nueve no debían estar en ese listado porque correspondían a un período anterior. También ha habido proyectos de concentración parcelaria, otro sistema válido para reconocer los bienes.

Quien crea tener derecho a un inmueble, que presente la documentación y se analizará. La Iglesia no quiere nada que no sea suyo. También tiene obligación de mantener lo que es suyo porque los fieles lo han dado para guardarlo o conservarlo. Hay que responder a la voluntad de los donantes porque es de justicia.

España se convirtió el año pasado en el cuarto país europeo en legalizar la eutanasia, algo a lo que la institución se opone

Nos oponemos a que se asesine. Nos parece mejor y mucho más humano y personalizante los cuidados paliativos. Lo que queremos todos es vivir y hacerlo en condiciones aceptables. La muerte no la deseamos. Frente a determinadas enfermedades, hay esos cuidados, que ayudan no solamente a sobrellevarlas sino también a madurar y gustar de la familia, amigos y otros lazos espirituales. 

Estamos en contra de la eutanasia porque es una forma de matar y eliminar y va en contra de la dignidad humana; y sí a favor de los cuidados paliativos. Habría que emplear muchos más recursos en ellos.

Son relativamente frecuentes los comentarios negativos de algunos altos cargos eclesiásticos acerca de la homosexualidad. ¿Se sitúa usted en esa línea o en la del Papa Francisco?

No tengo que aceptar o no aceptar que los haya. Es una realidad y yo no soy juez para tirar la piedra a nadie y decir que es un pecado. Hay que reconocer a esas personas, respetarlas y ayudarlas a que vivan su realidad dentro de una moralidad y ética humana.

La Iglesia no condena la homosexualidad como tal sino que llama a un ejercicio responsable de la misma, que debe estar sujeta a la ética.