Editorial

La pandemia deja más al descubierto la soledad no deseada

Diario Palentino
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Según la OMS, la soledad no deseada es una cuestión de salud pública que ha devenido en auténtica epidemia en el siglo XXI.

Uno de los problemas más graves, por los efectos que causa en quienes lo padecen y por sus consecuencias psicosociales, es el de la soledad no deseada. Por supuesto, no es algo nuevo. Siempre ha existido y es más que probable que sigue siendo así en el futuro, pero la pandemia y sus medidas preventivas de aislamiento y de distancia de seguridad, lo ha hecho más patente a todos los efectos. De entre las personas que viven solas, sin que esa situación sea una elección consciente, quienes más han acusado la gravedad del problema han sido los mayores, al verse privados de las ocasiones cotidianas de socialización y tener que conformarse con la ayuda externa en los casos de dependencia o movilidad reducida -recibir la compra, la comida o las medicinas- o bien limitarse a salir de casa para las tareas imprescindibles, que permitían las restricciones. Por ello, su soledad ha devenido en muchos casos en apatía y desesperanza, cuando no ha agravado sus habituales temores a caer enfermo y no poder comunicarse con el exterior o a perder su ya de por sí escasa conexión con el entorno.

 La última Encuesta de Proyección de Hogares del INE, correspondiente al 1 de enero de 2022, refleja que en nuestra provincia son 20.273 las personas que viven solas o, lo que es lo mismo, que el treinta por ciento son hogares unipersonales. Nada más y nada menos que casi un trece por ciento de la población total. No quiere decir esto, naturalmente, que se trate en todos los casos de soledad no deseada, puesto que un porcentaje importante es el de quienes eligen permanecer sin pareja estable, no tener hijos y ocupar por sí solos una vivienda, pero sí deja entrever que en otros muchos, ya sea por la muerte del cónyuge, los padres, los hermanos o los hijos o por circunstancias sociales que les abocaron a quedarse solteros, la situación no es cómoda y deviene -o puede hacerlo- en depresiones, aislamiento y vulnerabilidad, agravada esta última cuando la economía doméstica no es demasiado positiva. Ahí tenemos a los ancianos con pensiones bajas o a los parados de larga duración, sin olvidar a quienes trabajan en precario o a esos mayores que, aún viviendo solos, tienen que ayudar a sus hijos para que estos mantengan a su vez a sus familias. Si a todo ello le sumamos la crisis económica derivada de la pandemia, con negocios y actividades echados a perder o en proceso de ruina, la cosa se agrava.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud considera que la soledad no deseada es una cuestión de salud pública que ha devenido en auténtica epidemia en el siglo XXI. En la provincia palentina las cifras se han incrementado sensiblemente en los diez últimos asños. Por eso, deberíamos estar atentos a la llamada de atención de Cruz Roja, que conoce bien el problema, y sensibilizarnos.