Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Musarañas

15/10/2022

No tiene el cuerpo para bailes. Anda adormilado, o haciendo qué. Viendo que se marchan los mejores, tras el trasiego de la vida. Se queda con los momentos que pasaron juntos. Vislumbrando las peripecias de antaño. Concho. Va faltando gente y sobrando recuerdos. Así anda sin moverse, rezagado en las musarañas de sus pensamientos, que siguen tan jóvenes que podrían insuflar ánimos a los pobres de espíritu. Pero ni por esas. Se queda hoy, traspuesto, revolviendo la manzanilla para entonar barriga y nunca el mea culpa. Considera que, con perspectiva, ha cumplido con creces. Ojalá que lleguen nuevas tribus con nuevos cánticos de esperanza. Está, no lo dice, harto del ya se verá y en ello andamos. Se refiere, ya lo saben, a la cosa de lo rural que, a su juicio, para avanzar tres metros se necesitan dos años y media docena de zancadillas. A veces no sirve ni por el interés te quiero Andrés. Ya. Lo reconozco. A mí también me cuesta interpretar qué quiere decir. Denota cierto hartazgo. Sus orejas, grandes como su vejez, no despliegan la parabólica, algo así como si fueran mantras antes escuchados que terminan siendo papel mojado. Y su bastón, desgastado por el camino de la fuerza, sigue teniendo la energía de una centrifugadora y la rebeldía de un aspaviento. Un golpe seco, coronado de un silencio y un apretar los dientes, tiene más valor que el resumen de un congreso sobre la despoblación. Sereno. Todo a la par. Pensando que cada semana se suma un adiós por estos pagos. Que habría que empezar a mantener lo que hay antes que rumiar lo que se pesca en otros ríos. Porque agua pasada no mueve molino, aunque matar la sed de los que se empeñan todos los días debiera ser un axioma grabado a fuego en las plazas más centrales y en las esquinas más transversales. Efectivamente, mejor para mañana. Que hoy toca acordarse de los que llenaban las calles y de los que se menean el doble para que parezca que somos los mismos. No es igual. Simplemente, parecido. Quizá por ello prefiere zarandearse embelesado, distraído y absorto. Esperando que lleguen nuevas historias, con más enjundia y gozo. Aunque parezcan de cuento: que mi abuela tenía un gato con las orejas de trapo y el hocico de papel. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?

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