Jesús Fonseca

EL BLOC DEL GACETILLERO

Jesús Fonseca

Periodista


Sacerdotes: una revolución silenciosa

13/02/2022

Estaba en el confesionario cuando fue atacado con un cuchillo. Tras el apuñalamiento, el padre Tran, vietnamita y dominico, fallecía poco después. Sucedió hace unos días. La noticia me ha conmovido. Acabo de llegar de África y de comprobar la entrega abnegada de muchos sacerdotes, como mi entrañable Muza Nadinjj, el último joven salesiano ordenado presbítero en el Congo. El ansia de este curita por ser útil, su benevolencia y alegría, en aquella batalla solitaria con el hambre y la miseria, me hace reflexionar. Por otra parte recibo, precisamente hoy, el testimonio de otro sacerdote, que vive en Angola desde hace 20 años. Se lamenta, el padre Martín Lasarte, de que nunca sean noticia esos miles de sacerdotes pacientes, comprensivos y prudentes, que consumen sus vidas junto a los más desfavorecidos, a los sin consuelo, a lo largo y ancho de este mundo. Pienso en el acompañamiento y socorro de tantos misioneros en zonas de conflicto, sin esperanza de ver nacer la aurora; lugares a los que no llegan las medicinas y alimentos de la ONU, como yo mismo he comprobado, pero ellos sí. Nunca es noticia que miles de sacerdotes renuncien a su vida personal, para gastarse y desgastarse en hospitales, barrios marginales, campos de refugiados, orfanatos, o centros educativos, en su afán por dar holgura a los que nada tienen. Ni siquiera reparamos en la vida de nuestros párrocos; en su día a día, haciendo el bien a manos llenas, mientras consumen sin ruido sus días, poniéndose en la piel del otro. El sacerdote no es un héroe, en absoluto; es un hombre como cualquier otro, que busca mostrar que esta vida es el lugar de Dios y servir a sus hermanos con ahínco, de la mano de Jesús de Nazaret. Los hay con más o menos fragilidades, pero la inmensa mayoría de ellos, desparraman compasión, misericordia, bondad. Su contribución al bienestar de la sociedad, a través de cientos de actividades asistenciales –que se ocultan, para que pasen desapercibidas–, es una revolución silenciosa de las más fecundas que existen. ¡Qué injusta resulta esa crítica despiadada y odio insaciable hacia los curas en general! Gente sencilla y valerosa, casi toda, que representa una realidad fértil a la que hoy, amable lector, este gacetillero rinde tributo. Airear sólo lo negativo y extender el rencor, además de injusto, termina por crear una leyenda negra que nada tiene que ver con la realidad, que es precisamente lo que nos está pasando.