La Comunidad de Madrid celebra en su fiesta regional el alzamiento contra las tropas invasoras, recuerda las cargas del ejército enemigo, la resistencia de unos héroes sin posibilidad de vencer dada su inferioridad numérica, su sacrificio, los desastres que dejan y siguen al enfrentamiento. Con los franceses, claro. De todo ello hay buenas muestras en el Museo del Prado y es lo que se recuerda el 2 de mayo en la Puerta del Sol, epicentro de la capital y donde se encuentra la sede del gobierno autonómico.
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y del líder abajo todos, vieron en la decisión del Gobierno de comunicar en esa fecha que tanto su presidente, Pedro Sánchez, como la ministra de Defensa, Margarita Robles, habían sido espiadas por Pegasus como "una casualidad no menor" que venía a estropear la fiesta de la unidad orgánica del principal partido de la oposición, que les restaba protagonismo, pese a la gravedad del suceso. Pero pasado el primer momento de sorpresa, y de inquietud y sentido de Estado manifestado por Feijóo, todo volvió a transcurrir por los senderos que estaban marcados de antemano, con cada uno de los líderes -. nacional y regional con aspiraciones de ir a más cuando toque- decididos a desempeñar el papel correspondiente, aunque haya momentos en que se solapen, para volver a convertir al PP en la casa común de la derecha, desde el centro liberal-conservador y democristiano hasta el populismo que absorbe a la ultraderecha.
El tándem en el que pedalean Feijóo y Ayuso sigue un camino recto, aunque todavía da la sensación de que las pedaladas no están acompasadas, que según el momento parece que uno tira con más fuerza que otro, y que aún existen discrepancias no resueltas entre ambos. Por el momento no corren el riesgo de caer como ocurrió cuando lo montaban Casado y Ayuso. El líder del PP deja hacer a Ayuso, que linda con Vox, mientras él mantiene la vitola de dirigente centrado y dialogante que todavía no ha acreditado, al menos en las dos grandes oportunidades que ha tenido para demostrarlo. No resulta fácil mostrarse dispuesto a acordar y luego resistir los embates de quienes prefieren el estilo pandillero de la presidenta madrileña.
Para Díaz Ayuso, que jugaba en casa, Pedro Sánchez es el general de los mamelucos invasores que han llegado para acabar con la soberanía nacional, contra el que es adecuada una guerra de guerrillas y atacarle por todos los frentes para que no lleve a cabo sus maniobras de ingeniería social y su intervencionismo económico y social, como si sus políticas no pecaran de lo mismo, bajo la capa de un neoliberalismo de manual y de pretendido fin de las ideologías que para otros suenan al grito de 'Vivan las caenas!
Ante lo que fue un despliegue de ataques sin tregua a las políticas del Ejecutivo, Núñez Feijóo se mostraba dispuesto a "abrir una nueva etapa para bajar la tensión y la crispación en la política española", como quien predica en el asfalto madrileño. Ayuso no está ni mucho menos en esa línea. Ni está si se la espera.