Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Nunca me abandones

04/02/2022

La política exterior es compleja y dura, siendo el mal menor normalmente la mejor decisión. Además, las buenas intenciones suelen tener consecuencias nefastas que pagan otros, nunca quien las toma. Sorprende que haya gente que desee un poder que conlleva tanta responsabilidad.

La fuerza bruta desprecia al individuo, pero construye derecho. La historia está llena de ejemplos donde la violencia, el exterminio o la deportación han transformado la población de un territorio. Basta con mirar el norte de África para comprobar la ausencia de cristianos allí, salvo los tozudos egipcios coptos.

Cuando se produjo la patética retirada de Afganistán, el inteligente Biden pensó que su impacto temporal sería reducido y que había tomado la mejor postura geoestratégica al liberar recursos para tareas más importantes. El problema es que su ejecución fue tan chapucera que sorprendió a los enemigos y confirmó la falta de determinación de las democracias al esfuerzo bélico.

Podemos distraernos sobre el conflicto ucraniano, pero es obvio que China y en concreto Taiwán lo ven desde una óptica distinta. El resultado final de este sainete impactará de lleno al sureste asiático. En política exterior, la ausencia de planificación y estrategia suele provocar guerras.

No tiene una importancia real qué esté pensando Vladimir Putin, ni la estructura de poder que le rodea. La clave reside en contestar con honestidad qué hemos hecho en Occidente para evitar que alguien tan imprevisible y agresivo nos ponga en dicha tesitura. La invasión de Crimea, el derribo del avión civil holandés o la eliminación física de los disidentes en territorio de la UE eran un indicio claro de la determinación rusa. El incremento del 40% del presupuesto de Defensa durante una década suele ser la antesala de un ataque.

Los políticos detestan prepararse para lo peor y buscan los mensajes simples que quieren sus votantes. La errónea política energética europea, en especial la alemana, nos hace vulnerables al chantaje, ataca a nuestra propia industria y aumenta los costes para construir un futuro ecológico hipotético. Habría sido más honesto decirles a los votantes, que para alcanzar ese paraíso tendríamos que gastar en defensa una salvajada para frenar a Rusia.

El cinismo europeo, algunos lo llaman pacifismo, augura un mal presente para Ucrania. Tal vez Estados Unidos decida defender la libertad hoy de Ucrania para evitar el ataque futuro a Taiwán. La ingenuidad política provoca resultados dramáticos como la historia nos recuerda.